Éste es uno de mis mas nuevos trabajos... Y que como verán., en buena medida, ha sido una de las razones por las que me ha sidoun tanto complicado concluir algunos de relatos. Sin embargo creo que ha valido la pena, ´pues el presente dibujo es ilustración de lo último que he estado intentando escribir., y que es una historia corta que tentativamente llevará por título: "Amor y Lujo".
Tan solo espero que les agrade y no consideren que ha sido tiempo perdido el que he dedicado a esta faceta.
Ludo.
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lunes, 25 de octubre de 2010
domingo, 24 de octubre de 2010
Mi Recatada Esposa 07
2ª Parte, Cap. 3, 4ª Escena 3ª Parte
(..."Amada mía adúltera, mi gran amor, mi niña mimada, date la vuelta y óyeme. ...Quizás la culpa ha sido mía por no leer en tu mirada".)
...Abre los ojos mamita. - De forma directa y autoritativa le conminó él a que mirara lo que le hacía con los labios., e Isabelle, quien supongo yo que de alguna manera queriendo evadirse a su vez de aquella situación e intentando imaginarse seguramente que se encontraba en cualquier otro sitio menos que es ese, los había mantenido cerrados durante los primeros momentos, no tuvo ya de otra más que complacerlo y posar también la vista sobre aquel grueso palo de carne que ahora tenía totalmente pegado a los almohadillados labios con los que tantas veces me había besado hasta la mañana de aquella misma noche.
-...Eso.- Le celebró el negro al ver que le obedecía. - Míramela y ve que dura me la pusiste.- Dio la impresión de pretender congratularla por su impensado logro. En tanto que al escuchar la antipática alabanza, y sin atreverse a apartar la vista del tremendo pitón que ahora como un esponjoso punzón parecía querer aguijonearle para introducírsele entre los labios, hasta que trastocada por la obscena emoción del momento ella no pudo más y tuvo que apartarlos para tomar una bocanada de aire. Reacción que aprovechó a su favor él para violentarlos arremetiendo contra ellos con un fuerte impulso que consiguió traspasar su integridad y junto con al menos otros tres o cuatro centímetros más de carne, hundir la dilatada cabeza dentro de su boca.
...¡Esssso!., así. Abre bien grande mami para que te quepa...- Comenzando a moverse hacia adentro la aupó el muy bandido satisfecho de su nueva correría contra mi mujer. Al verlo de alguna manera contrasté lo que él hacia ahora con ella entre sus afrentados labios y lo que había sido nuestra relación de pareja sexual hasta ese momento. Misma que aunque con apasionamiento durante nuestras entrañables sesiones amorosas, siempre habían sido afectuosas., llenas de cariño y respeto. Normalmente a Isabelle el sexo oral no era algo que le agradara especialmente ofrecer, ni mucho menos si dejándose uno llevar por la excitación del momento, pudiera llegar a incurrir en rudeza o desconsideración hacia su boca, como lo sería penetrarla violentamente. Y sin embargo ahora allí estaba con aquella tremenda y oscura virilidad clavada entre sus tiernos labios.
Sin duda alguna por la expresión que se dibujaba en el rostro del dueño de aquel salchichón que ahora llenándolos por completo, aparte de la sublime sensación que de seguro experimentaba allí sumido entre ellos, parecía disfrutar también o incluso aún más contemplando los esfuerzos que ella tenía que hacer para rodearlo y acomodarlo entre sus labios, que eran tales que ocasionaban que incluso su rostro tuviera que deformarse para recibirlo. Pero cuando empujándose todavía más dentro embistió hasta el fondo y con todo para clavarle hasta la campanilla - y quizás más allá- su impetuoso garrote., a él pareció resultarle grato verla batallando antes de comenzar a lagrimear por reflejo luego de que sus ojos parecieron querer salírsele fuera de los parpados ante la insultante invasión a la que intempestivamente su boca estaba siendo sujeta.
... ¡No!., no mami. Tú puedes. ¡Cómetela!.- Apresurándose a tomarla firmemente de la cabeza por la parte de atrás, le impidió que se apartara de aquella tranca que ahora él no le permitía que expulsara de su cuerpo aun antes de comenzar a regañarla como si aquello fuera algo que ella como mujer forzosamente tuviera que saber hacerle a un hombre cuando aferrándose a un puñado de cabellos de ella se empujó aún más hacia dentro y le ordenó:
-¡Abre la boca y cómetela toda que si te cabe allá dentro!...- Aun cuando quedaban fuera algunos centímetros más allá de los diez que empuñaba en su mano., y aquello resultaba imposible si con los primeros o cantidad similar a esta que él ya había conseguido clavar dentro de ella mi esposa parecía estar comenzando a asfixiarse y ponerse morada con lagrimas escurriéndole por las mejillas.
Pero ni aún así mostró compasión alguna por ella, y en vez de apartarse permaneció con su pene insultante clavado entre ellos y regodeándose de su logro empezó a vociferar. - ¡Aaargghh sssi!... ¡Rico!... Que rico lo chupas... Que rica boquita... ¡Chúpalo más!... ¡Ma-aaaa-sss!...
-Ggghhgg...Hgghhh... - El gutural ruido proviniendo de mi mujer se alcanzaba a escuchar mientras intentaba respirar con aquella estaca clavada en la boca y las congestionadas mejillas ahuecándose alrededor del tremendo miembro que permanecía incrustado dentro de esta.
La visión que inundaba mis ojos era por demás sobrecogedora para mí. El rostro convulsionado de mi mujer mostrando señales de sofocamiento, y sus húmedos labios amoldándose sobre el venoso tolete como un sello, intentando abrirse todavía un poco más alrededor de aquel miembro para permitirle romper el vacio y lograr llevar algo de aire hacia su interior que le sirviera para evitar colapsarse allí delante de él y de mí mientras los demás la veían.
...¡Eeesso!- La elogió finalmente el ingrato moreno cuando moviéndose para atrás por fin decidió permitirle que respirara, dejándonos a todos ver como toda aquella porción de su grueso miembro había estado sumergida entre los labios de mi mujer iba reapareciendo totalmente cubierta por su saliva. Y cuando finalmente lo retiró del suave cobijo de aquel par de pétalos rojos un espumoso borbotón de saliva, que junto con un espeso hilo de baba que permaneció uniéndolo a estos, también escurrió hacia la barbilla de Isabelle que de pronto se vio embarrada con la reluciente emulsión producida por ella.
Aunque mi esposa probablemente no era consciente de la manera en que todos los ojos parecían enfocarse en su rostro y aquel pene, al verse liberada de la tremenda tarea, aun con las facciones desencajadas debido al abuso del que había sido objeto su boca, de algún modo intentó mantener cierto decoro y delicada dignidad femenina, aunque precipitándose al respirar de repente pareció estar a punto de atragantarse con su propia saliva y mientras sus ojos cubiertos de lagrimas y enrojecidos todavía escurrían hacia sus mejillas, se sacudió con una serie de ahogados tosidos y no le quedó más que escupir un poco de aquella sustancia, perdiendo cualquier posibilidad de mostrar mayor compostura, y alzando la vista hacia el dueño de aquel aparato invasor se le quedó viendo sin poder ocultar algo de pena y bochorno ante lo sucedido. Situación que lejos de amedrentarlo a él o cualquiera de los otros que habían presenciado aquel inmenso acto de humillación hacia su persona, pareció entusiasmarlos aun más.
...!Guau!. ¿Viste eso?. ¡Casi te la comes completa mi Chavis!- Lleno de morbo celebró de manera grotesca el muy cretino de Erick. Ocasionando que el bruto aquel decidiera lucirse ante sus amigos, y agraviando aún más su dignidad, en cuanto ella logró salir del impase que le había propiciado en la tráquea la saliva que había equivocado de vía, sin darle más tiempo para recomponerse, empuñó con firmeza su falo para blandirla delante de ella de un lado hacia el otro, antes de abofetearla ligeramente con éste delante de todos.
Primero dos veces de un lado, y luego cruzando su rostro hacia el lado más húmedo, volver a hacerlo de forma incluso mayormente sonora sobre la otra mejilla que usando la boca como caja de resonancia emitió un sonido hueco y mojado, antes de que él comenzara a pasear el empapado glande para pasearlo sobre la cara y cubrir todo lugar que pasaba con la reluciente sustancia.
Entonces a semejante ofensa la escaló una todavía más grande que yo miré completamente aturdido, cuando habiéndole parecido ya suficiente el ultraje contra el afrentado rostro de mi mujer y mi propia persona, separó su empapado ariete de las mejillas para terminar de levantarlo delante de ella y mostrarle los enormes sacos rellenos de esperma que colgaban debajo de éste al decirle:
-Vamos, enséñale a tu marido lo que me hiciste la semana pasada con esos labios cuando me trajiste... - Finalmente hasta lo más hondo encajó dentro de mí la angustia y sorpresa que con un final empellón se clavó ya por completo para terminar de fulminarme con la confirmación de mis más terribles sospechas.
Simplemente me hallaba perdido. Trastornado por la hiel con sabor de la infinita traición de la que ahora me sabía objeto ya en ese momento. "Ella, mi esposa, aquella mujer que con los ojos arrasados por las lagrimas y el enrojecido rostro cubierto de babas que ahora volteaba a mirarme llena de nervios y atenta ante lo que pudiera venir por parte de mí por reacción, había estado con aquel hombre ya anteriormente, y si era correcto lo que ahora yo suponía"...
Recuerdo no haber querido pensar ya más en ese momento acerca de la forma en que seguramente me había estado viendo la cara de imbécil durante, sólo sabría Dios cuanto tiempo antes de que me enterara yo de aquella manera y delante de mis propios conocidos.
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Isabelle, Mi Recatada Esposa.
2ª Parte, Cap. 3, 4ª Escena 3ª Parte ( Intermezzo )
( ... "Imposible mirar el pasado y dejar de pasar ...Sé muy bien que esa noche yo hice mal. ...Manché tu imagen, me perdí yo sola " )
Intentar explicar lo que sentí en eso momento creo que simplemente no me resultaría del todo posible., pero con aquella tremenda revelación ahora de repente muchas cosas parecían encajar en su sitio. La ropa nueva; el dejar de quejarse por el tamaño de sus pechos; la diferente actitud hacia el sexo; aquel abrazo de despedida en la casa o la llegada a aquel sitio con el portero que la conocía y tantas cosas que se arremolinaban en mi confundida cabeza en esos instantes.
Sé que leerme - para los pocos que a estas alturas de mi relato aún sigan animados con terminar de leerlo- no es cosa fácil, y mucho menos con tanta confusión y caos que se agolpan dentro de mis ideas. Pero para algunos de aquellos que me piden que sea breve y resuma, ¿ que otra versión podría escribirles en vez de intentar recrear toda la serie de conflictuadas emociones que me corroían?.
A ver, veamos:
(Versión corta para los que les gustan las situaciones rápidas y prefieren los relatos breves ) "Yo tenía una esposa muy guapa a la que quería y después de haberme sido infiel aun quiero., y una buena noche en que celebrando nuestro aniversario de bodas llevaba puesto un vestido que hacía relucir su despampanante figura, se dejo seducir delante de mí por tres hombres"... FIN
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No, la realidad es que las cosas nunca son tan fáciles ni de entender, asimilar o intentar describir. Y baste decir que aunque bien sé que no éramos ni ella la primera adúltera que había engañado a su esposo con alguno de sus jefes, ni yo el primer hombre que se enteraba de las infidelidades de su mujer, también entendía que no era nada nuevo que desde la antigüedad han existido maridos "tolerantes" casados con esposas "regaladas" que a veces son "cosa segura" para los otros., dentro de la herencia que conservamos, eso no es algo bien visto., ni mucho menos aún en mi propio país, que siendo la primera, o quizás dependiendo del punto del mapa geográfico por donde se le quiera comenzar a ver, la última frontera de costumbres tan comunes e idiosincrasia que marcan nuestra latinidad. Y más aún, que sin pretender ser racista de manera especial, el severo contraste del color de piel que había entre mi mujer y aquella macana de ébano que ahora acababa de violentar delante de mí la santidad de nuestro matrimonio, era descomunal.
Aunque por lo general en nuestra América es conocida como la raza de bronce, al menos la gente de piel tan oscura no es algo habitual en mi ciudad, ni mucho menos la norma en el resto de mi país. Y quizás sea por ello que el tamaño de la afrenta que mi mujer seguramente había estado cometiendo en mi agravio, revestía un doble agravio hacia mi persona.
No que por ello, yo quiera decir que se haber estado engañándome o prestándose a esa clase de jueguitos después del trabajo con algún otro hombre de piel blanca hubiera hecho que calzara más cómoda la inmensidad de los cuernos que ahora sabía que tenía puestos delante de todos, pero algo había de especial en imaginarla y saberla capaz de engañarme con aquel impetuoso y demandante moreno que ahora parecía dominarla de una manera tan animal como con la que un macho domina a sus hembras.
Perdónenme que me exprese de la siguiente manera, pero es que no siendo ni ella , ni él, ni yo mismo, animales algunos, simplemente aparte del tamaño de mi vergüenza, el color de piel de aquel negro, magnificaba para mí la "putéz" de mi esposa, casi tanto como mi estupidez.
No sólo era hasta ese momento que me daba cuanta de algo que debería de haber intuido hacia algún tiempo, si no que para colmo de males había sido allí delante de todos que me había enterado que mi esposa no solamente había osado engañarme y traicionar nuestra relación de casados, para convertirme en un perfecto cornudo, sino que lo había hecho con un negro.
"¿Qué podía yo hacer al respecto ya en ese momento?". De todas formas ante ellos y sabría Dios cuantos más pasaría a la historia y las habladurías como un marido engañado y perfecto cornudo casado con una mujer "fácil"- Aunque en esos instantes no dije ni media palabra, pensé dentro de mi aturdimiento aún sin saber qué rumbo tomarían nuestras vidas luego de aquella inolvidable velada.
Dolido hasta lo más íntimo de mi persona, quise buscar el consuelo de aparentar que aquello era algo con lo que yo ya contaba y simplemente me sumergí dentro del silencio del coraje y la rabia que me consumían de saberla capaz de haberme engañado con aquel tipo. Pero por extraño que lo parezca y pocos comprendan, aún y con todo sentía que la quería tanto como el propio dolor, que apoderándose del más puro destello de masoquismo me hacía querer verla comportándose como la más regalada y vil casquivana de las mujeres.
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Isabelle, ¿Mi Regalada Esposa?.
2ª Parte, Cap. 3, 4ª Escena 3ª Parte (. Continúa la larga derrota )
... "Ya después podríamos hablar y decidir si nuestro matrimonio resistía semejante golpe tan bajo"- Creo haber pensado luego, cuando como quiera que haya sido, conseguí contenerme y permanecer callado sin recurrir a la locura al momento en que tras verla voltear a mirarme con cierto aire de arrepentimiento ante la gravedad de la sorpresiva noticia, la vi titubear antes de acercarse a besar el par de testículos que el negro le ofrecía para que se los llenara de besos.
Mas cuando el alborotado cabello de ella me hizo creer que no alcanzaría a verla besarlos, él decidido a que yo no perdiera detalle de lo que hacía, apartó el pelo hacia un lado. Y fue así que con el corazón agitándose por completo dentro del reducido espacio que le daba mi pecho logré no infartarme al verla besar con sus labios aquellos negros testículos, tal y como él decía que lo había hecho la vez anterior.
...Eso mami., ¡ya te extrañaban mis huevos!.- Le dijo para que todos oyeran. Antes de volver a apartarla y sonriente abofetearla de nuevo con el pesado mástil de carne una y otra vez más mientras las mejillas de Isabelle se iban llenando de rastros de liquido pre seminal por doquiera que él la marcaba con éste., hasta que comenzó a dirigir los suaves golpes de su repulsivo pene contra los protuberantes labios de ella.
Y de repente fue allí en algún determinado momento que de repente me di cuenta que aunque nadie la detenía, mi Isabelle ya no intentaba apartarse de los golpecillos que él daba.
-¡Quieres volver a chupármela delante de tu marido!., ¿verdad "Pechitos"?...- En tono sarcástico le preguntó el muy canalla para continuar insultándome al dirigirse hacia ella usando por vez primera el denigrante termino referente a la mas acomplejante peculiaridad de su figura.
...N-n-o.- En franca contradicción a lo que decía con la boca intentó ella negar lo innegable abriendo los labios para decirle pero sin oponerse a que los golpeara con ésta cuantas veces quisiera.
-Mira mi negro.- Interrumpió el momento Samuel. - Yo no sé si quiera chupártela, comérsela toda o que se la pongas en medio de esos monumentos a la leche materna, pero su conchita acá atrás ésta queriendo comerse mi palo cada vez que lo acerco.
-Ah vamos. ¿Con que esas tenemos?... ¿Es cierto eso "Pechitos"?... ¿Quieres que te la clave mi amigo mientras me la chupas?- Reclamó el moreno, volviendo a referirse a mi esposa con aquel grotesco apelativo. -...Anda, dímelo para que le diga si le das permiso de que te retaque su palo dentro de tu conchita mojada...
Y aunque mi esposa no contestó nada, por las reacciones que Isabelle tenía allí delante de mí, el muy engreído argentino siguió amenazando con penetrar el prohibido reducto de su feminidad de un momento a otro si ella se no lo frenaba antes de que eso pudiera llegar a ocurrir.
-¡No, pero si mira no más que cosa!- Festejó en su sonsonete porteño Samuel cuando se dio cuenta que aunque disimuladamente al principio, y pese a la supuesta reticencia que pretendía demostrar, aparentemente de manera inconsciente e involuntaria mi esposa traicionada por sus instintos espontáneamente comenzó a arrimar hacia él su delicioso trasero como si en verdad quisiera aumentar el contacto existente entre ellos buscando encajarse en aquella arma, aun cuando para magnificar su pesada chocarrería y sentimiento de triunfo sobre mi mujer, él luego de hacer notar la irreflexiva reacción que ella tenía ante la proximidad con su falo, para tentarla a que continuara intentando acercarse se apartaba de aquel punto cuando parecía que ella se hallaba por conseguir que la tocara de manera más íntima.
-Te propongo algo "Pechitos". Si tu marido te deja y no se molesta... Aquí mi amigo Samuel te puede encajar tanta pinga como tú seas capaz de recibirme sin atragantarte. ¿Qué opinas?- Lanzó la depravada e insultante propuesta el infeliz negro.
...¡Si petisa!. Tú puedes con eso... Métetela la del negro en la boca y mientras yo te doy acá atrás mi pepino en esta otra boquita hasta que te llegue a las bolas y ya no te quepa más en la conchita caliente.- Celebrando aberrante idea del moreno con aquellas obscenas alegorías se unió a la insana moción el corrupto argentino.
Y luego para aumentar mi perverso letargo y contrariado sentimiento de estupidez, después de soltar otra chocante risita, volteó de nuevo a mirar hacia el punto donde su cuerpo entraba en contacto con el de mi esposa añadió:
-No me digas que no lo quieres... Se te nota que como dice el güerejo éste ya la pides a gritos y quieras sentir una buena poronga aquí en medio... No mientas, si se ve que te hace falta desde hace un buen rato que te den una buena cogida con un buen palo. ¿No es cierto?...
Dejando la pregunta en el aire por unos momentos antes de venir a cazarme de la manera más humillante que hasta esos instantes yo hubiera creído posible.
-Isa. Si lo quieres, necesito que veas a tu marido... El buen Danielín y le digas que quieres que me deje meterte toda mi reata peluda en tu hoyito de vieja casada...
Y entonces lo impensable ocurrió... Por primera vez en toda aquella ominosa noche de aniversario mi mujer en vez de parecer que me retaba o simplemente ignoraba mi presencia y por ende mis emociones al respecto de todo la serie de eventos que había tolerado que aquellos gañanes la hicieran tomar parte, y mostrando cierto aire de complicada nostalgia por el candor que nuestro matrimonio había dejado escapar ya para siempre con nuestra visita a aquel nefasto lugar., por fin pude observar algo de arrepentimiento en su avergonzada mirada cuando volteando a mirarme sus labios apenas se movieron para decirme casi en un ahogado susurro:
-Lo siento Danny, perdóname. - Justo antes de terminar de terminar de abrirlos de nuevo y dirigirlos hacia el anhelante arpón del negro que demandaba por su atención.
...¡E-e-e-eeeesso Mamita!- Fue lo siguiente que se escuchó a alguien decir , cuando teniendo que apartar la vista ya por completo de lo que Samuel estaba por intentar allá atrás del sillón. , el orangután que se hallaba delante de ella gimió al sentir que la enorme cabeza de su negrísimo pene volvía a sumergirse dentro de aquella boca que al menos hasta hacia poco menos de un par de minutos había supuesto tan casta y honesta conmigo. Y que sin embargo ahora para confirmarme del engaño en que había estado viviendo tuvo que abrirse completamente para recibirlo.
Apenas había desaparecido la bulbosa cabeza y las mejillas de mi mujer volvieron a hundirse de manera grotesca cuando para poder amoldar los labios alrededor del venoso instrumento su quijada pareció estar a punto de dislocarse debido al excesivo tamaño del tremendo bocado de chocolate que ahora volvía a retacársele allí dentro., en el mismo instante en que el infame negro complacido le indicó a mi mañoso jefe argentino que podía introducir dentro de ella la corona del pene allá atrás. Y que aparentemente era toda la porción de su pene que mi esposa había conseguido tomar de ración hasta ese momento., ocasionándose a si misma un ahogado quejido que se apago alrededor del inmenso tolete de carne que ahora tenía clavado en la boca cuando la propia cabeza del miembro de hizo lo mismo al comenzar a invadir definitivamente su feminidad, así tal como estaba.
Aun recuerdo , y creo que siempre lo hare, como tiritaba Isabelle al sentir aquel cuerpo entrando en el suyo por vez primera.
...Ouughhh. Peti-i-i-sa.- Pareció derretirse Samuel al comenzar a sentirla aprisionando su pene dentro de aquella natural funda que ella tenía para él, antes de declarar: - ¡Madre santísima que apretadita, caliente y mojada!... Que rica tu concha mamita. Quien no lo supiera y conociera a tus hijos pensaría que soy el primero de tan ajustada que éstas...
Erick fue el primero en comenzar a reírse con su risa de menso cuando escuchó el artero comentario. Mientras, mi pene no podía haberse hallado nunca tan duro., aunque pronto lo sentí ponerse aun más rígido, al ver como mi esposa esforzarse por sambutirse todavía una porción más grande de aquella barra de chocolate sin siquiera ser asistida o presionada de manera ninguna por el dueño de ésta., que se limitó a permanecer parado allí delante de ella y sus labios.
...Nada Samuel. Sólo la pura cabeza tengo metida. ¿Tú como vas allá atrás?... ¿La pura puntita le tienes metida?- Preguntó el mugroso cubano para aumentar el gustoso beneplácito del imbécil de Erick y prolongar la morbosa agonía de mi propia persona. , que tan sólo se acrecentó al verla extenderse un poco más adelante y hacer entrar en su boca por lo menos otro buen par de centímetros, antes de que el moreno la azuzara:
-Oh pobre cosita... Así no vas a conseguir que Samuel te clave más que la pura puntita del palo en tu bollito caliente para que le empapes el pico... Si de veras lo quieres sentir dentro para que se lo mojes, vas a tener que echarle más ganas Pechitos.
Allí., ¡a menos de medio brazo más de distancia se hallaba aquel hombre que luego de verla tomar la barra morena del otro bastardo y después de años de conocerlo a él, a su esposa y sus hijos, estaba estrenando el cuerpo de mi mujer también como suyo!, y permitiéndole yo que lo hiciera, usurpando mi sitio y derechos para acoplarse al cuerpo de ella con su palpitante lanza viril para unirse con Isabelle de ésta forma., en la que supuestamente una mujer casada debería sólo de permitir que su marido lo hiciese de tan prohibida y por demás riesgosa manera. Y mientras recapacitaba en aquella alarmante circunstancia, escuché a Isabelle forcejear y gemir de nuevo al tomar otro poco más dentro de su boca antes de volver a batallar gargareando con aquel instrumento metido allí entre sus labios jugosos que se esforzaban para recibir y acomodar la mayor cantidad que le fuera posible de aquel colosal caramelo de carne.
...¡Si, así mami, tú puedes!. Dale otro poco Samuel... Unos dos centímetros o tres de tú pinga. - Apenas pareció contentarse de tan escaso y tímido avance de ella. Pero lo que siguió fue ya monstruoso y casi imperdonable si no hubiese sido yo tan cobarde de tolerarlo cuando el muy desgraciado sugirió:
-¡Tengo una idea!... - Exclamó. - Cuando Maximus no se quiere tomar sus vitaminas lo que tengo que hacer para que se las tome es taparle el hocico y frotarle suavecito la garganta para que se las trague y no las escupa...
Soltó la atroz insinuación que directamente situaba o rebajaba a mi esposa a la condición de un animal y ya no de una mujer. Y ante la cual Samuel reaccionó de manera casi inmediata y antes que yo, obligado a salir de mi arrobado letargo por el fuerte jalón que éste, el maldito argentino, sin salirse del cuerpo de Isabelle, su "Petisa", la "Chavis" o "Pechitos" del canalla granuja norteamericano de segunda clase ahora le llamaba, me dio en cuanto le cayó la idea a la cabeza. Y empujándome para que me levantara me ordenó indicándome lo que quería que yo hiciera:
-¡Anda cabrón, sé un buen marido y ayúdala!... Apapacha a "Pechitos"... ella es tu perrita y necesita que le demos sus medicinas por los dos lados ahora.- Se vino aun peor el maltrato moral hacia ella y mi persona a través de su misógino e inhumano símil.
Y aunque no sé., o quizás como quien con la esperanza de hallar alguna disculpa ante su cobardía o simple torpeza al ser victimado por otro , y se sabe ya del todo perdido e inútilmente repasa una y mil veces las condiciones que supone que intervinieron en su derrota, a la fecha cuando recapacito sobre lo sucedido, siempre quiero pensar que de haber sido otras las condiciones las cosas no hubiesen pasado como sucedieron. Quizás si no hubiera estado tan herido; tal vez menos bebido e intoxicado o me lo hubiese pedido ella, yo creo que bien pudiera haber intentado hacer algo. Pero supongo también, que todo límite entre lo decente y nuestra dignidad se había rebasado hacía rato y no era ese ya el momento más que de aceptar nuestras naturalezas sumisas y salir lo mejor librados de aquella confusa situación.
...No sé, la verdad es que no tengo idea como es que ambos pudimos ir así por la vida sin habernos dado nunca cuenta de que en realidad éramos bombas armadas y listas para ser detonadas por quien se hubiera percatado antes de la posibilidad de hacer explotar nuestras tremendas debilidades. Pero lo único que si sé o puedo decir a quien quiera enterarse es que al tiempo en que los escuchaba reírse entre ellos, cuando terminé parado allí delante de aquella mujer a la que tanto había yo querido, recapacitando que aunque ellos así la trataran para mí no era una "cualquiera" si no mi esposa y la mama de mi hijo., perdido en el embrutecimiento que al menos venía a servir de escudo para mi cobardía o quizás aún más siniestra personalidad que parecía haber continuado apoderándose de mi alma., como no fuera obedecerle a aquel hombre si es que era cierto lo que me pedía no supe que otra cosa hacer.
Todos reían conmigo parado allí al lado de mi mujer cuando él me aclaro que no estaba bromeando y yo acongojado por la más profunda vergüenza, decididamente angustiado de la abrumadora situación que ahora enfrentaría desde otro ángulo, bajé la mirada temiendo por lo que pudiera volver a toparme, y aunque al encontrarme inicialmente con el destello de la cristalina aflicción reflejada en la vidriosa mirada de Isabelle que devolviendo a la mía a medio camino, quizás menos terrible que lastimosa de descubrir me resultó en un principio al percibir la genuina mortificación que parecía provocarle el hecho de que la viera yo ante tan brutal situación., pero irremisiblemente llegó al verla allí delante de mí con los labios obscenamente estirados alrededor de aquel grueso aguijón que intentaba devorar por completo, y apenas consiguiendo sostenerme la vista por un breve segundo antes de que abatidas por la vergüenza que les quemaba y apartarlas de mí para que ya no las viera, ocultar las pudorosas pupilas bajo aquellas largas pestañas oscuras, que aunque intentaron ocultar su propio bochorno, al reabrirse sus ojos apenas un instante mas tarde para volver a mirarme., sin conseguir ocultar unas lagrimas silenciosas que, completamente perdida de si, junto con un dejo de suplica los inundó para terminar de hacerme comprender lo que sin palabras ella quería darme a entender que sucedía en aquel sitio entre sus desbordados instintos de fémina y aquel par de abusadores.
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... ¡Sí Dan!. Ayúdale. Después de todo es tu esposa., ¿no?...- Se burló de mí el fornido y gigante moreno, antes de instigarme.- ...Empújale la cabecita para que reciba completa mi pinga.
Mis oídos y cabeza parecían querer estallarme. Me temblaban las manos cuando aturdido, por obedecerlo, toqué una de las mejillas de mi Isabelle y al puro tacto me percaté de lo tensa y abultada que se encontraba con aquel órgano que tenía dentro de la boca. Y estremeciéndome de poder percibir la bulbosa cabeza de él a través de la distendida carne de su cachete, y como si me hubiese quemado en una hornilla caliente, sobrecogido de mi descubrimiento me apresuré a comenzar a bajarla con rumbo hacia su cuello al tiempo en que aun algo apenado del indiscreto hallazgo la otra la usé para acercarme por encima del sedoso cabello hacia la parte posterior de su testa., donde se halló más cómoda que la primera.
Y aquí fue donde las cosas comenzaron a tornarse incluso aun denigrantemente más confusas para mí, cuando volviendo a percatarme de la persistente apretura que sentía dentro del reducido confinamiento de los calzoncillos, terminé de convertirme en algo apenas poco menor que una estúpida marioneta que al saberse víctima de sus primitivas, aunque muy humanas reacciones, que le acusaban a acuciosas esperaba poder ocultar la aberrante situación que acusante ya deformaba el frente de los pantalones al momento de escuchar a Samuel dirigirme: -Eso Daniel, ayuda a la tetona de tu mujer a que tome toda la pija que tú le has negado este tiempo...
Y sin poder imponer algo de dignidad, bajé la vista apenado de mi papel allí delante de ellos al mismo tiempo en que esperando estar a la altura de sus expectativas intenté complacer sus indicaciones empujando suavemente la cabeza de mi mujer hacia el frente , también acaricié delicadamente su esbelto cuello paseando mi mano sobre la garganta de ella, hasta que la sentí tensarse bajo mis dedos.
...¡No, no, no!. Esos son apenas otros dos centímetros Daniel. Dile Pechitos... Dile a tu maridito que quieres probar mas dentro mi pinga hasta el fondo de la garganta para que Samuel te meta su palo.- Se quejó de mi esfuerzo el bastardo moreno.
-¡No inventen cabrones!... que pasados de lanzas son con Chavela- por fin volví a oír la voz del infeliz de mi pupilo proviniendo de algún sitio fuera de mi espació de plena conciencia.
Pero ni aun con esas palabras que dicho sea de paso, en realidad no eran de censura por parte Erick hacia ellos, si no mas bien de envidia por haberse adelantado al festín que ahora se daban el par de chacales con mi mujer, y ni aunque así hubiese sido., y que repentinamente él al percatarse de la inmensidad del abuso que cometían en contra de nuestro matrimonio, arrepentido de haber propiciado aquella ordalía, ahora intentase abogar por ella iban a detenerse de ninguna manera ya en ese punto. Eso me quedaba claro desde hacía ya varios minutos, pero para agraviar aun más mi condición de marioneta humana de eunuco, una nueva punzada de agonía vino hacia mí cuando sin poder apartarse de aquella venosa arma viril intentó mover la cabeza alrededor del descomunal falo que tenía clavado hasta el fondo para asentir en el mismo momento que desde la profundidad de su garganta surgía una especie de ahogado gruñido que me fue difícil de comprender.
- "Ummppfghh Humm S-s-sighhh Pofghh Faaghhh- ooghh"- O algo semejante a esos sonidos fueron los que alcancé a distinguir que ella articulaba antes de que conmovido por su tremenda sumisión frente ellos y aunque lleno de nervios ante mi servil actitud pero trastornado hasta la medula de los huesos por la excitación que me producía la desvalida condición de mi esposa que cada vez parecía abandonarse más ante su verdadera naturaleza, con mis pantaloncillos totalmente empapados ya la ayudé a continuar engullendo la gruesa barra de carne hasta la cabeza de aquel miembro le llegó a la garganta y ella empezó a recular.
Sus parpados volvieron a abrirse como si los inflamados ojos fuesen a estallar y desperdigársele fuera de las órbitas que los contenían. Las aletillas de su respingada nariz se contraían y extendían con agitación al esforzarse por respirar mientras sus mejillas volvían adquirir un tono inflamado cercano al amoratado y de las comisuras de los labios empezaban a escurrir dos espesos hilillos de baba espumosa que bajaron hasta mi mano.
...¡E-e-eso Cabrón!. As-s-sssí. !Sigue empujando esa boquita de puta en mi palo de negro!.- Mugió el orangután hasta que para mi propia sorpresa sentí que bajo la mano que sujetaba su garganta, esta parecía abrirse de pronto como si algo comenzara a avanzar por su esófago al ser engullido de manera similar a como lo hacen las víboras para tragar alguna presa.
-¡E-sso mamita!., ¿ya ves como si te entra?... Vieja putona...- La insultó complacido antes de ordenarle: -Trágatela toda completa cabrona... - y dirigirse a su compañero de correrías. - Tú Samuel dale duro tu pinga mi hermano., que la vieja de éste cabrón lo merece... ¡Mira que linda se ve con mi nabo metido hasta el gañote!.
Isabelle aun con aquella arma del negro encajada hasta donde yo jamás me había imaginado que pudiera ser capaz alguna mujer de aceptar comenzó a convulsionarse alrededor de aquel miembro cuando sintió que Samuel invadía de manera más decidida la marital hendidura que hasta ese día y desde que nos habíamos casado siempre supuse que sería ya sólo mía. Las rizadas volutas de vellos púbicos del demandante negro parecían estar por rozar la delicada nariz de mi esposa, cuando intempestivamente el malvado moreno oprimió contra mi mano la fuerza de su palma para aplastarme la mía y hacerme lanzar la desprevenida cabeza de ella hacia adelante con un fuerte empellón y tocar por un breve instante hasta el fondo de donde la tranca de ébano pudo llegar y enseguida apartarse hacia atrás con el pene chorreante y completamente cubierto por la reluciente saliva que mi mujer había producido en su intento por complacerlo.
Al verla con el rostro desfigurado por la presión de los más de quince o veinte centímetros que aun alojaban sus labios tras inesperado retroceso del émbolo sexual de aquel negro, pensé que estaba por perder la conciencia entre mis manos luego del brutal empujón que este le había propinado, hasta de repente como un animal sufriendo de una fuerte descarga de electricidad, comenzó a sacudirse como una yegua salvaje oponiéndose a ser montada por vez primera, aunque a ésta, la mía, le resultaba ya imposible desembarazarse de ambos jinetes que la domaban y habían llegado para domesticarla a su antojo. Mi bella Isabelle aun con el espacio cedido por el brusco Tomás, buscaba retroceder ante el pedazo de carne que tenía parcialmente atorado casi en la caja torácica de su convulsionado pecho mas allá de la garganta, pero la superior fuerza y determinación del infame cubano era más que la suya y la mía., y así para sorpresa mía y de los otros que rieron ante la inusitada reacción de su empequeñecida figura, que junto con nuestra vulnerada voluntad súbita e impensadamente comenzó a ser recorrido por una serie de reveladores espasmos que anunciando el sobrecogedor estado de excitación en que habían conseguido hacerla caer de manera tan aplastante, pese a tanto maltrato dentro de ella comenzó a nacer un atronador orgasmo que no pasó inadvertido para ninguno.
-Ya está explotando... La siento alrededor de mi palo viniéndose. - Anunció de inmediato Samuel muy complacido al tiempo en que buscando aumentar el súbito estallido, guió una de sus manos hacia el punto donde los cuerpos de ambos se unían.
Las piernas de Isabelle parecían estremecerse del mismo modo en que de su retacada intimidad surgían sonidos acuosos que denotaban el grado de excitación que había dentro de todo su ser con aquel par de miembros clavados dentro de ella.
...¡Aaighh!. ¡Aaughhh iiii te van vieja zorra!... Linda boquita, que rico...- Bramó el negro volviendo a empujarse hasta el fondo y luego volver a sacar su negra tranca venosa antes de afianzarse con ambas manos al cabello de mi esposa para no permitirle que escupiera lo poco que dejó alojada de ésta dentro de la boca de ella. Quedando ya tan sólo la enorme cabeza de su virilidad cobijada entre sus mancillados labios.
Lo tantas veces ansiado por mí poder hacer con ella de pronto ocurrió cuando de pronto lo inevitable comenzó a suceder y conmovido por una irremediable oleada de celos, trastornado por el tétrico espectáculo del que finalmente había yo consentido en formar parte observé sus mejillas inflarse como un pez globo que en vez de agua u oxigeno intentara contener el estallido de una granada de semen arrojada en el interior de su boca.
Ya para ese momento en que para mí todo sucedió de manera frenética y casi simultánea aunque me pareció eterno , lo que fueron unos cuantos segundos., Samuel habiendo perdido también cualquier compostura posible, al notar el paroxismo de la situación que culminaba allá delante de él con la explosión de pesado semen de negro que era arrojada hacia la envilecida oquedad de mi esposa, sin contemplación alguna hacia ella comenzó a arremeter en contra del violentado cuerpo de Isabelle con todos sus ímpetus, empujándola contra el respaldo del sillón hasta que la silente moldura de éste empezó a marcarse en la desnuda porción de los aporreados muslos de ella e incluso con todo y nuestros pesos el elegante mueble se movió de su sitio sobre la alfombra. Y mientras el viril gaucho, usando el ancho cinturón del liguero a modo de arreos para asirse a ella y sujetarla mientras inmisericordemente la embestía desde atrás, de pronto, e imposibilitada de ir a otro lado como no fuera su estomago o buscar escapársele por otra incorrecta vía como la nariz., de las comisuras de los mancillados labios de ella comenzó a brotar el exceso de una espesa pasta de color entre blanquecino y grisáceo como la salmuera.
...Mamita. Que linda te ves. Parece que si te doy un poco más o Samuel se te viene allí adentro en este momento se te saldría hasta por las narices y orejas.- Sorprendentemente para mí, el orangután negro alcanzaba a articular palabras e ideas aun cuando su pesado instrumento comenzaba explotar y chorrearse entre los labios de mi ultrajada señora. Cuya condición se agravó cuando para hacerle las cosas todavía más difíciles, el muy canalla delante de mí con sus negros dedos taponeó la nariz de Isabelle.
Los llorosos ojos de mi pobre mujer volvieron a abrirse cuando ella, sorprendida ante el efecto de la inusitada obstrucción de nuevo se vio impedida de respirar por otra vía, y el vacío que su boca produjo alrededor del obsceno aparato del negro ocasionó que tragara su semen y para colmo de males, ante la confusión de su cuerpo, parte de éste fuera en dirección a sus senos nasales y comenzara a atragantarse para después, cuando él habiendo conseguido completar su estúpido juego de devastación soltó las colapsadas cavidades justo un instante antes de retirar de un solo golpe ya todo el pene de los corrompidos labios de ella pero su semen había comenzado a ser expulsado violentamente por éstas y con horror la pude ver intentando contener todo aquel torrente que equivocadamente había ido hacia ese lugar y ahora amenazaba con ahogarla.
...¡ La vas a ahogar pinche negro!... ¡No seas pendejo!.- Cerca de mí. Parado al lado del abusivo negro, de pronto gritó mi ex pupilo , francamente apurado al tiempo en que lo vi apresurarse para intentar hacer algo por auxiliarla cuando mi esposa comenzó a escupir y convulsionarse alzando las manos hacia su rostro.
...Orgghh grhhghh aghhh. - Buscaba ella desalojar toda aquella sustancia de su interior en un instante que parecía suceder en cámara lenta ante mí aunque todo ocurría rápidamente.
-Tranquila Petisa... M-e vas a hacer e-e-s-tallar...- Anunció Samuel, indicando que con aquellos espasmos el cuerpo de mi mujer estrechaba su pene dentro de sus paredes vaginales.
Aagghhh ... aghhh tra-an-qu-.i-i-lo...- Aún sin haber culminado su climax de la punta del miembro del aborrecible negro, brotó otra nueva descarga que fue a parar inicialmente al alborotado cabello de Isabelle para enseguida escurrir en su accidentado camino hacia abajo sobre su fleco., alcanzando inmediatamente su frente, y describiendo un trazo similar al de una "S" cubrir parcialmente el parpado izquierdo y terminar de caerle sobre la punta de su respingada nariz.
Acompañando inmediatamente a esta descarga otra más que alcanzó directamente el surco nasolabial de su rostro, justo debajo de la nariz en el pliegue de sus abultados labios y al haber estado ella cubriéndose parcialmente con la mano la boca al escupir, fue a dar sobre la montura y brillante del dorado anillo de compromiso que empaño su acostumbrado fulgor bajo el deshonroso engrudo que fue arrojado encima de éste por aquel pene antes de descontroladamente dirigirse el resto del espeso chorro de semen hacia su cuello y terminar dividiéndose la olorosa poción entre un hilo que quedó colgando entre las perlas de su collar y lo demás ir a darle en medio de los indefensos pechos que para ese momento ya se encontraban mojados ligeramente rociados con las sustancias que involuntariamente habían escurrido hacia ellos durante el ajetreo.
El tipo éste parecía haber estado decidido a usar el envilecido cuerpo mi mujer, su subordinada; mi esposa, madre de dos hijos y ahora simple objeto o juguete sexual de sus mas cerriles antojos , como un lienzo humano sobre el cual, para su propio divertimento, embadurnar toda clase de fluidos corporales y manchar con ello aparte del buen nombre de ella, el de nuestra propia familia, tanto como mi dignidad de marido cobarde y disminuido.
-Aaghhhh... - Con aquel último gemido finalmente el suplicio había terminado por ese momento. O al menos eso pensé por unos instantes, aunque sin saber que hacer parado allí al lado del hombre que delante de mí había osado profanar de tal forma el cuerpo de aquella mujer a la que tanto yo amaba.
-Tú en vez de quejarte deberías fijarte como le dejaste los panties mocoso... Ahora si mucho te apura., y no hay con que limpiarse ya lo que queda de leche... Consigan algo con que nos limpiemos...- Pareció ordenarnos a ambos. Por lo que yo intentando evadirme de alguna manera del funesto final que presagiaba pronto vendría a manos del siguiente hombre que ahora aparte de mi bienestar económico, entre las piernas de mi mujer tenía alojada la posibilidad de arrastrar lo poco que aun pudiera quedar del Daniel que había entrado aquel sitio menos de dos horas atrás., y por no atreverme a querer presenciar lo que se avecinaba, indeciso por mis propias reacciones pensé aprovechar la oportunidad de alejarme de aquella dantesca escena, pero aparte del alcohol y el desinhibido paquete que separando mis emociones de los verdaderos antojos de mi propio cuerpo me incomodaba dentro de los pantalones, algo había que me impedía dejar de continuar viendo todo lo que sucedía entre mi esposa y aquel poderoso galán que permaneciendo dentro de ella era ahora el único que la amanceba hasta el delirio.
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Isabelle, ¿Mi Regalada Esposa?.
2ª Parte, Cap. 3, 5ª Escena (. ... "Perro que poca madre. Perro cabrón" )
Ya libre del imaginario yugo con que Tomás me había obligado a presenciar la innecesaria rudeza que sin reservas mi esposa era capaz de soportar, contrariado ante mis propias reacciones y con angustia volvió a mi cabeza la idea de que salvo que también eso me fuera a ser una sorpresa, al menos hasta donde yo bien sabía Isabelle nunca se atrevería a tomar tal riesgo., me lamenté por no tener la menor noción de los periodos de mi esposa, quien limitando nuestras relaciones habitualmente a los espacios seguros del mes no tomaba nada para prevenir la posibilidad de algún embarazo, sin embargo en esta noche en particular , aparte de haber no haber podido impedir que el muchacho peligrosamente esparciera sobre la ligera tela que cubría el área cercana a su feminidad, yno conforme con ello posteriormente había permitido que este otro canalla la penetrara sin recaudo alguno que la protegiera de la posibilidad contraer cualquier tipo de problema de aquel mujeriego, mientras que yo aun con el inmenso temor que aquella circunstancia me producía, para no darles ideas con las que hicieran mayor escarnio de ella o de mí, no quise a aventurarme a comentar o preguntarle nada al respecto ya en esos momentos. Y tan apenado de mi notable erección tanto como de la profunda excitación que me producía ver a mi propia señora tan entregada al placer que parecía estar prodigándole la enorme virilidad contra la que ahora deliberadamente se dejaba encajar aun a sabiendas del profundo riesgo que ello implicaba, me limité a esperar que nada malo ocurriera si era que acaso él para llegar al colmo de las todas las afrentas posibles decidía terminar dentro de la desprotegida vagina que ella parecía estarle ofreciendo para que se descargara.
Él casi gruñía: - Petisa que rico lo aprietas. ¡Éstas tan estrechita que me los vas a sacar!... Nada más te miro las nalgas y siento que ya me corro en tu hoyo caliente.
...No o-o-ohh... Sa-a-am... Me- eghh- jo-ooohr no-oh ooo... E-e-estás mu-u-uy... de-ehhh eghn...- Entre gimoteos y gemidos mi esposa parecía estarle pidiendo que no terminara dentro de ella cuando habiéndome movido hacia atrás del atropellado mueble volteé hacia ellos.
De cualquier forma, al no querer terminar de convertirme en cómplice de tan inmoral apareamiento, sin creerme capaz de atreverme a ser testigo finalmente de ese momento sin tener que cargar en mi conciencia el no haber hecho nada para impedirlo, al menos con la idea de apartarme de aquel sitio tanto como de liberar un poco de la extrema tensión que sentía, vacilando al moverme con aquella intensa erección apretujándoseme dentro de los calzoncillos empecé a separarme ligeramente del sillón donde todo ocurría. E Intentando no darme a notar, casi tanto como no tener que voltear a mirar ya mas la escabrosa escena que continuaba desarrollándose entre mi mujer y aquellos tres hombres que sin importarles quien fuera ella la habían sobajado a la mera condición de una cualquiera aunque en realidad fuera mi esposa., de verdad lo intenté, pero cuando volví a escuchar el pegajoso acento argentino del hombre que aparentemente había decidido jugar a la ruleta rusa con ella, con el corazón en un hilo tuve que voltear a mirarlos de nuevo.
La incontenible carnalidad de la escena que vi parecía haber salido de la película más sórdida que jamás hubiera yo visto. En algún momento mi esposa se había apresurado a llevar una de sus manos hacia atrás para, mientras que continuaba sosteniéndose sobre la otra sobre el sillón, apoyar la palma de ésta contra la pierna de Samuel y poder así controlar la profundidad de las tremendas embestidas que él le propinaba contra el centro de todo su ser.
Como si atraída por la fuerza de un poderoso imán que me jalara la vista hacia aquel punto, en el que aquella mujer que ahora era poseída y se entregaba casi sin contemplaciones a las poderosas arremetidas que el engreído argentino propinaba a su cuerpo, y con la intención de contener hasta donde le fuera posible la profundidad de las bestiales acometidas que seguramente llegaban a topar contra su cérvix, y mientras yo la observaba apoyando únicamente la mano en la que aún lucia aquel corrompido aunque todavía candoroso fulgor empañado del anillo que la señalaba como mi esposa, debo admitir que aun cuando la visión que fue arrebatadoramente sobrecogedora, quizás fue incluso menor a la desmedida impresión que me llevé al verla allí con los muslos aprisionados entre las poderosas piernas del alebrestado gaucho expatriado y el medio respaldo del infame chaise lounge con sus piernitas separadas en un abierto compas que lo invitaba a que siguiera gozándola mientras ella se le entregaba.
-¡A-a-ay!... P-pa-ap... ¡S-s-aml!...- Intento corregir Isabelle antes de concluir entre ahogados gemidos, pareciendo tampoco poder terminar de llamar a Samuel por su nombre.
-¿Te gusta Petisa?... ¿Ya viste que grande la tengo?...- Para aumentar mi desasosiego dentro de un fuerte estertor, mas que preguntarle, parecía refunfuñarle ya mas fuera de sí el hombre que la penetraba hasta lo más profundo de su canal amatorio.
...Eh- ehgh- ehh... S-s-i la tienes m-muy r-i-ica... E-estás hasta ad-dhhh...- De repente, supongo yo que alcanzada en algún punto en lo más profundo de su ser ella pareció confesar sin poder concluír.
...¡Tómalos... Tómalos todos petisa. - Bramó el.
-Ahahh ahhh... T-e siento hasta dentro... ¡¿M-e- eh los vas a re-e-ehhhga-l-ar?!- Trastornada por la pasión de sentirse mujer la escuché perderse con la misma pregunta que acostumbraba hacerme a mí cuando sentía que estaba por terminar., por lo que no queriendo ser testigo de aquel momento en que ella le entregaba ya la completa posesión de su ser, sobre mis pies vacilantes me dirigí hacia donde pensé que se hallaba el sanitario para los invitados.
Suponía que no tenía ya nada más que ver., y con ella doblada por la cintura delante de él, prefería apartarme para dejarla a solas con la decisión de aceptar que aquel garañón se vaciara dentro de ella o no, aunque al encaminarme entre la penumbrosa luz del corredor iba pensando en las posibilidades de lo que sucediera. Y aun cuando confiando en que al menos no hubiera consecuencias posteriores que lamentar opté por dejarla sola para no presenciar ese momento, sabiendo que aunque las probabilidades de quedar en cinta afortunada o desafortunadamente para algunas parejas no son siempre tan acertadas como muchas veces quisieran, e Isablelle bien pudiera haber tenido la precaución y recaudo de tomar algo para impedirlo , para mí, mi esposa bien podría ya estar a punto de terminar saliendo preñada de aquel ilícito apareamiento que había permitido que el ingrato argentino tuviera con ella antes de que acabara la noche o ellas acabaran con ella.
Pero bien dicen que Dios aprieta pero no ahorca, o por una parte te da y por otra te quita., las cosas no terminaron en ese momento y sin antes darme un nuevo y último angustiante tormento que vino cuando después de encontrar dos puertas cerradas al final del pasillo de pronto Erick se me acercó por detrás y temiendo que fuera a decirme algo respecto al abultado paquete que me incomodaba en la ingle, me calmé al ver que en vez de decir cualquier cosa, tan sólo me dirigió una enigmática mueca apenas un segundo antes de preguntarme si había encontrado ya el papel, e inesperadamente me di cuenta del momento en que abriendo la equivocada de pronto saltó hacia atrás al tiempo en que intentó prevenirme.
...¡Ay Güey no. Pinche perrote!. -
Aquel alarmado grito de Erick -"¡ Ay güey no. Pinche perrote!"- Fue lo primero. Seguido por la sorpresa que me ocasionó verlo salir impulsado hacia atrás por el perro más gigantesco que pasando enseguida encima de mí hubiera visto jamás tumbándome al piso después de aventar al desprevenido muchacho contra la puerta a la que fue a dar antes de caer al piso
La conmoción no sé hizo esperar cuando habiendo olvidado lo que sucedía a unos cuantos metros del lugar donde caí., temiendo que como reacción natural el animal fuera a morderme por encontrarme dentro de su territorio, después de detenerse apenas un instante para olisquearme no me consideró digno rival de su imponente figura y resbalando con sus almohadillas caninas y gruesas uñas sobre el pulida madera del piso se precipitó hacia la estancia donde se escuchó el alboroto de Samuel, a quien aun golpeado y con toda mi humanidad tirada en el piso sobre el cual había pasado el enloquecido cuadrúpedo alcancé a ver reaccionar volteando a mirar hacia la obscura bestia de pelo lustroso que después de un par de sonoros ladridos ahora se les había unido para sorprenderlos al final de la copula.
¡Maximus!... - En seguida se escuchó la ronca voz de su amo gritarle al negro animal.
-¡Espérate!... ¡¿No muerde?!... - Alcanzó a preguntar temiendo por su seguridad al tiempo en que sin pensarlo más se apresuró a apartarse de mi esposa cuando éste intrigado aun dentro de su alebrestamiento reparó en lo que sucedía y pareció dirigirse hacia él.
¡Espérense!., ¡espérense!... ¡Tranquilos!- Intentó serenarlos Tomás.
-¡Tomás!... ¡No Tomás!... - Petrificada en el sitio le siguió entonces la aterrada voz de Isabelle gritando con todas sus fuerzas mientras el bestial alano comenzaba a olisquear todo lo que le quedaba a su paso y pasando cerca de su amo se detuvo apenas por un par de segundos a reconocer el olor de las pantaletas que habían ido a parar a la alfombra de aquella habitación.
-Tranquila Isabel, no grites.- Con voz determinada le indicó de inmediato el moreno intentando contener a su bestia cuando pasó cerca de él pero al encontrarse tan desnudo como el animal, supongo que también temiendo algo por su propia integridad, buscó algo con que cubrirse los genitales antes de atrapar al errático perro que dándole la vuelta al sillón donde todo había estado ocurriendo pasó se acercó hacia el mueble sobre el que cual, el acobardado Samuel Penotti en un intento por protegerse se había subido sin pensarlo más de dos veces.
...¡Tomás no!. ¡No dejes que se me acerque!... - Aterrada y vulnerable mi mujer volvió a suplicarle cuando vio que el animal ahora le dedicaba un segundo vistazo para dirigirse ahora hacia ella.
Yo que ahora me había levantado parcialmente del brutal empellón que el perro me había propinado, me había recostado contra la pared del pasillo mientras toda la acción sucedía como en cámara lenta a unos cuantos metros de mi aturdida persona., y fue así cómo sin poder hacer tampoco nada por impedirlo observé al animal acercarse hacia mi esposa que salvo por un notorio temblor que parecía recorrerle las piernas hasta los pies que vacilantes y llenos de nervios se movían sobre sus tacones mientras que ella intentaba permanecer clavada a la alfombra tal y como había quedado con las piernas abiertas después de que el asustado garañón que había estado sumergido entre ellas abandonara el cobijo que ella le había estado obsequiando para que la poseyera haciéndola suya.
-Sólo quiere jugar... - El desconcertado moreno intentó parecer convencido de lo que decía a Isabelle, aunque yo no estaba tan seguro de que supiera bien a bien lo que le decía para calmarla. Ni mucho menos cuando dejando que se le acercase se encontraba más preocupado por terminar de cubrirse antes de ir a contener al atemorizante animal que de apartarlo del sitio al que sin duda se dirgía.
Para aquellos que no lo sepan, y disculpando que haga un pequeño paréntesis, tan sólo les diré que aun sin saberlo el estado de conmoción de mi esposa y mi fundado temor ante lo que aquel animal pudiera intentar hacer en seguida, se derivaba del saber que más que los caballos o los cañones y escopetones que los españoles hubieran usado para conquistar buena parte de América, dada la bravura de los perros alanos fue que habían empleado esa raza de animales para sojuzgar a los pueblos indígenas de éstas tierras a quienes incluso habían dejado que además de ser atacados, en algunas regiones habían dejado que los comieran para mantener satisfechos los despiadados instintos de aquellas bestias.
Así pues, fue que alarmado al notar la imponente altura del animal que fácilmente daba a la cruz unos setenta centímetros, esperando que el amo de éste lo controlara, sobrecogido observe cómo se acercaba a olisquear a mi esposa empezando por los zapatos. Subiendo enseguida su robusto hocico por una de las piernas de ella hasta detenerse brevemente poco más arriba de la pantorrilla donde permaneció un poco mas rodeándola mientras detectaba el olor de Isabelle que simplemente no sabía que hacer.
...Max. Aquí muchacho. - De repente me sorprendí a mi mismo cuando titubeante terminé de pararme del piso para encaminarme hacia el feroz animal y llamándolo por su nombre intenté de alguna manera ayudar a mi esposa ya que el estúpido negro no lo hacía y se hallaba más ocupado buscando ponerse los pantalones al tiempo que también lo llamaba en inglés:
-Maximus , stay calm boy. Come here...- Aunque el perro ignorándolo por completo se hallaba más entretenido registrando los aromas del cuerpo de mi mujer...CONTINUARÁ...
Mi Recatada Esposa 06
2ª Parte, Cap. 3, 3ª Escena 2ª Parte ( - ... " " )
Aunque por estar viendo a Isabelle no volteé a verlos directamente, en el fondo de mi cabeza se hallaba plenamente clara la imagen tanto de Erick prácticamente desvestido de todas sus ropas, como del oscuro y firme pecho de Tomás que se alcanzaba a entrever dentro de las aletillas de su abierta camisa., con ambos descalzos luego de haber perdido varias manos del juego, mientras que por su parte Samuel que se hallaba del otro lado de ella, escasamente había tenido que despojarse de zapatos y corbata., y por mero gusto en vez de quitarse la camisa había escogido zafarse el cinturón y los pantalones., por lo que ahora , sin más la situación no era otra que mi mujer se hallaba rodeada por un tercia de hombres semi desnudos que se disponían a por lo menos dejar en las mismas condiciones a ella. Samuel que de repente había tomado la batuta para capitanear las acciones de sus comparsas se encontraba ahora situado a un lado de la mesa, mientras los dirigía con un aire por demás dominante que por algún extraño motivo también pareció afectarme tanto a mi mismo como mi esposa que sin objetarle ya nada le obedeció tomando la mano de Erick y él para que la ayudaran a subir sobre el mueble del centro y quedar parada allí delante de todos encima de la cubierta de este, viendo hacia donde yo me encontraba aunque sin realmente mirarme, si no más bien intentando apartar la vista de mí o cualquiera de los que nos encontrábamos en la habitación observándola mientras que ella temerosa de perder el equilibrio sujetaba las manos de ambos pidiéndoles que no la soltaran.
Probablemente para ellos la anticipación de lo que probablemente sucedería a continuación era tan excitante como el simple momento por si sólo, mientras que yo por mi parte sin decir ni media palabra absorbiendo la intensidad de lo que aquella escabrosa escena traería a nuestras vidas, hubiera querido poder recoger una instantánea mental que captara el profundo ímpetu del instante que estaba viviendo a tan escasa distancia de ella. Así como el fugaz segundo en el que luego de contemplarla un poco más de costado, Samuel intercambio puestos con el altísimo moreno, que aun con mi esposa parada sobre la mesa quedaba justo a la altura de la cabeza de ella, y tras situarse a espaldas de ella dirigió la vista hacia la breve cintura de mi adorada Isabelle e inclinándose hacia delante posó sus gruesas manos sobre sus caderas para rodearlas y encaminarlas al frente hasta que habiendo encontrado ya sobre el bajo vientre de ella la orilla del elegante cinturón consiguió hacerse de la prominente hebilla redonda de este para comenzar a forcejear un poco para zafar la trabilla del agujerito en que se hallaba metida y por fin liberarla.
La música del disco compacto había llegado a su fin y para mí que me encontraba atento a todo lo que sucedía con las ropas de mi señora, me fue fácil distinguir el momento en que mientras aquellos gruesos dedos jugaban con el cinturón, el tejido de su vestido primero pareció tensarse por un par de segundos antes de que volviendo a soltarse de pronto se alcanzara a escuchar el delicado siseo de la tela siendo rozada por la prenda al abrirse y deslizarse sobre los costados de sus muslos en su camino hacia abajo y quedar por fin materialmente abierto el negro vestido.
Salvo por el sonido de la respiración de mi mujer, el silenció que imperaba en aquel sitio era casi total con la sola otra excepción de la tela soltándose sobre su cuerpo., y todos nosotros permanecimos callados como si contuviéramos el aire para no destruir el encanto del momento., de la misma forma en que una vez que él pareció hallarse contento con la tarea que había hecho al vulnerar el inicuo impedimento que el distinguido atavió había pretendido oponer a sus expertas manos, abandonó el frente del cuerpo de mi mujer para hábilmente dirigirlas a atrás y con agilidad propia de un virtuoso paseando sus dedos sobre las teclas de algún instrumento tras elevarlas hacia los hombros de mi señora dar un leve tirón a la prenda y hacerla comenzar a caer delante de mí.
Aunque no estoy ya del todo seguro de esto por haber escuchado dentro de mí el ruido de mi propio suspiro, creo que al momento en que la fina tela del vestido cayó hacia la mesa todos exhalamos al unísono. Isabelle permaneció inmóvil y sin a la cara a ninguno de nosotros, con la mirada sumisamente dirigida hacia abajo a la mesa y el montón de tela que le quedaba a la vista sobre sus zapatos. Ahora en un santiamén y mucho menos tiempo del que yo hubiera imaginado posible aquel hombre a quien tanto había tenido yo que agradecerle en el pasado, se había cobrado el sinfín de favores y ayudas que me había dado, despojándola de su vestido delante de su jefe y mi otro amigo. Allí se encontraba ella sobre la mesa, semidesnuda parada ante ellos ante ellos, cubierta únicamente con sus prendas más íntimas y aquel ancho cinturón portaligas blanco del cual se abrochaban sus medias obscuras, dejando a la vista una buena porción de la tierna piel y suave carne de sus muslos, que aparecía entre la banda elástica color humo de las mismas y el inmaculado tejido y moños que anudaban sus translucidas pantaletas blancas.
Al verla Samuel murmuró algo semejante a "Bárbara... Estas bárbara mujer... Que cacho de hembra eres con esta cola que tienes"... O alguna expresión semejante propia de sus raíces, antes de comentar que casi le ocasionaba un infarto mortal al descubrir aquella majestuosa visión del trasero prácticamente expuesto de mi mujer ante sus ojos, enfundado tan sólo dentro de la diáfana transparencia del tejido que yo bien sabía que estaba observando desde allá atrás, pero aún así, o no sé yo, si tan sólo para agravar mi estado de mortificación, luego de decirles que después de haber visto aquel par de encantadoras delicias, tenía que cerciorarse de que la vista frontal del cuerpo de mi mujer fuera tan espectacular como lo que acababa de ver allá atrás, y abandonó su lugar detrás de mi esposa para rodear la mesa y situándose delante de mí al pie de la mesa entre mi esposa y el lugar en que yo me encontraba sentado, mirarla mientras los demás la sostenían en su sitio para que la observara con detenimiento.
- Me encantan las mamitas cachondas como tú Issi. - Aseguró en cuanto alcanzó a divisar a través del transparente material y finisimo encaje de los panties de Isabelle el abundante arbusto de vellos que señalaba la proximidad de sus áreas más íntimas, al tiempo en que ella sin saber que contestar o decirle., y por su temor a perder el equilibrio sobre de la mesa si soltaba las manos que la asistían para estabilizarse, terminó por ruborizarse al no poder apartar o cubrir de su vista aquella región de su cuerpo tan escasamente cubierta y no le quedó mas que permanecer parada en aquel mueble ante la persistente mirada de la que no pudo escapar ni cuando él terminando de pararse delante de mí, emitió un silbido al contemplar la divina visión que se presentaba frente a sus ojos para ser admirada con aquel triangulo oscuro del pubis de mi mujer anunciándose bajo la prenda y enseguida levantando la vista ligeramente hacia arriba encontrar los dos fantásticos orbes que sobresalían de su escote.
-Tom., tú o Erick deberían de echarle una buena mirada a este primor de mujer de mi amigo... Miren que lolas se carga esta dulzura. Dan ganas de comerse un buen bocado de leche acá arriba... - Totalmente dueño de la situación se dirigió al moreno al mismo tiempo en que tomaba una de las manos de Isabelle para sujetarla ahora él y que Erick junto con el tremendo bulto que su pene había formado dentro de sus pantaloncillos pudieran dar la vuelta a la mesa y mirarla. Pero cuando este a su vez después de admirar el trasero prácticamente expuesto de mi esposa intentó tomar la mano de la que la sostenía Tomás, y Samuel me hacía un ademan para que me levantara y fuera yo a hacerme cargo de su otra extremidad, repentinamente ella pareció recuperar algo de la voluntad y pudores que aparentemente habían quedado dormidos y alegando que aquello no había sido parte del castigo demandó que la bajaran al piso.
...Una cosa era que me quitaran el vestido y otra que me tengan aquí arriba y todos me miren como si fuera encueratriz de algún lupanar. - Reclamó mientras se acercaba a la orilla del mueble.
"Ándale... Ora si salió respondona la yegua"- Entre risas profirió el mordaz comentario Erick retirando la mano en gesto de fingidamente exagerada sorpresa ante la inesperada reacción de Isabelle., pero cuando ella estuvo en el suelo con los pies sobre la alfombra del departamento, fue el mismo muchacho que me había aconsejado que no la dejara sola quien marcó el rumbo que tomarían enseguida las cosas al declarar:
-Muchas quejas tú... Yo no me estoy quejando de que tú nos hiciste trampa con lo del baile... Se suponía que te íbamos a poder besar y acariciarte todo lo que no estuviera cubierto con ropa y ya ves... tus piernitas y esas nalguitas tienen mucho que la tela no cubre y no nos dijiste.- Aclaró sentencioso.
De cualquier forma, cuando Isabelle se soltó de sus manos con la intención de girar y agacharse hacia la mesa para recoger su vestido y volver a ponérselo, fue Samuel el que apresurándose a ganárselo lo levantó antes de que ella pudiera tomarlo, para después indicarle que no podía ya usarlo de nuevo diciéndole:
- No, es mío... Este vestido es mío y se queda conmigo.- Negándose a devolvérselo para que se lo pusiera, empleando un tono de voz por demás categórico al dirigirse hacia ella y sin darle lugar a que le rebatiera de ninguna manera, le aclaró mientras volvía a sentarse: - De acuerdo con lo de modelárnoslo, pero de que perdiste la prenda ya la perdiste mamita...
Situación ante la cual mi mujer entendiendo que cualquier alegato ella pudiera oponer en contra de tal decisión, tras quedar parada delante de todos con la mano extendida en el aire y de espaldas a mí con el trasero prácticamente descubierto a la vista aun dentro de la inicua transparencia de sus diminutas pantaletas, optó por rápidamente moverse de enfrente de mí para ir a buscar asiento en otro sillón y refugiando su cuerpo detrás del acolchonado cobijo de tono shedron que un cojín le brindo, en cuanto pudo se acomodó lo más profundo posible dentro de este para poner punto final al tremendo espectáculo que les había regalado durante los pasados instantes.
Por intentar poner las cosas claras y en perspectiva, bien pudiera decirse de una simple manera que en ese momento cuando Isabelle en vez de alegarle cualquier cosa a Samuel o pedirle que le devolviera el vestido, decidió sentarse y en vez de enfrentarme a mi amigo para exigirle terminara aquel juego que ya había llegado demasiado lejos con ella y pedirle que le regresara la prenda a mi esposa , para calmarse un poco mientras intentaba cubrirse le mejor que podía con el cojín que había tomado de escudo, me pidió que en una copa le sirviera un poco más de Marnier, sin objetarle más nada a nuestro aprovechado amigo, estaba venciendo definitivamente nuestra postura no sólo ante él, sino también a los otros dos mentecatos oportunistas.
-A mi también por ahí si puedes me gustaría tomar un poco si a Tomás no le importa que entre Isa y yo nos acabemos de su botella- Pidió enseguida Samuel cuando vio que me dirigía a servirle a Isabelle entendiendo que habíamos aceptado que aquel hombre a quien hasta hacía apenas unas cuantas horas atrás, siempre había considerado yo como una persona íntegra y decente, tomara el control absoluto de lo que quería que ocurriera a partir de ese momento , y al haber ella y yo permanecido en aquel sitio luego de que él se negara a devolverle el vestido, para terminar sentándose mientras él hacía lo que se le daba la gana mientras yo les servía como simple mesero, quedaba claro que estábamos aceptando cualquier otra cosa que al señor pudiera ocurrírsele que sucediera enseguida. Y aunque aquello de cierta manera parecía estarle resultando algo bastante difícil de hacer a mi esposa, por mi propia parte y para mí era aún mucho más complicado de permitir aceptar que esto estuviera ocurriendo, dado que, pues aún cuando pareciera que nos halláramos ante una circunstancia similar a la sucedida en nuestra casa apenas unas cuantas semanas atrás entre mi mujer y dos de ellos durante aquella alocada velada que terminó cuando ella así lo dispuso.
Sin embargo en esta ocasión y no obstante que sentada ahora con aquel cojín que cubría prácticamente todo su cuerpo de nuestras miradas, y salvo por las bien torneadas formas de sus piernas y muslos que quedando virtualmente desprotegidos del cobijo que les brindaba aquel accesorio de tela era poco lo que dejaba ver más arriba de la terminación de sus medias oscuras, hubiera podido hacer parecer que en realidad ella no se encontraba en tal estado de semi desnudez, bien sabía yo que tal y como sucedía en mi cabeza en aquellos momentos, resultaría imposible apartar de la suyas el incitante memento que desde puntos de vista tan absurdamente contradictorios que, incluida mi esposa, cada uno de los presentes habíamos guardado dentro de nuestras conciencias por diferentes motivos y razones tan opuestas. Cada uno había registrado en su mente lo que había querido de ella, aquel momento y aquella visión., yo lo sabía, y ellos sabían que yo lo sabía y no se les olvidaría que al menos esa noche habían poseído a mi esposa con la mirada y el pensamiento si después de todo lo sucedido decidía que nos fuéramos ya del departamento de aquel negro.
Sin embargo ahora con la sumisa actitud de Isabelle, que sobrepasada tanto como yo por la autoritaria e impertinente conducta de Samuel hacia ella y mi propia persona, claramente parecía estarle indicando que nos someteríamos a su voluntad., ¿Pero que otra cosa iba yo a hacer ya a esas alturas?., ¿Armar un escándalo o negarme a servirle, propiciando con esto que él pudiera tener que llegar a pararse para ir a servirle y aprovechara la oportunidad de utilizar a mi mujer como blanco de otra andanada de exabruptos cerriles o que al negarme y mi esposa perdida dentro de su nerviosismo pudiera volver a pararse para servirse y ellos volvieran a tener el innecesario privilegio de regodearse una vez más con su escasamente vestida presencia?.
La verdad es que aunque parezca difícil de creer para algunos de los que lean estas páginas, y aunque en estos días tal vez para mí ya no sea de mayor importancia, más que para intentar dilucidar la serie de eventos que concatenados todos fortuitamente transformaron nuestra relación de marido tradicional y honorable, casado con una mujer leal, recatada y dispuesta a ser un ejemplo de honestidad y decoro para nuestros hijos, a la fecha aun no he sido capaz de atinar a saber por qué sucedió todo, Lo cierto es que no entiendo, si es que en el fondo siempre desde que nos comprometimos para formar una familia estuvimos destinados a que nuestra relación tomara el giro que de pronto tomó , o si algo ocurrió en el camino de nuestras vidas, que simplemente aguardaba a la llegada de alguien para que lo precipitara, pero lo que ahora sí sé es que aquel negro y Samuel con todo su don de mando y hombre de mundo supieron aprovechar el momento de debilidad por el que atravesábamos mi esposa y yo luego de varios años de matrimonio, y comandados por este segundo, en cuanto se dio cuenta de la posibilidad que tenía , decidió torcer la suerte a su favor.
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Isabelle, Mi Recatada Esposa.
2ª Parte, Cap. 3, 3ª Escena 3ª Parte ( - ... "Una larga melodía en Aranjuez con mi amor " )
Ahora ya habían sido no uno solo, ni tres, sino cuatro hombres los que aparte de mi y al menos el primer marido de mi mujer la habían visto en tan sólo sus prendas más intimas, después de 15 años de ser madre por primera vez y haber consagrado su fidelidad hacia mí años más tarde, antes de tener a nuestro hijo. Apenas podía creerlo mientras lo pensaba: "Sólo dos hombres habían visto sus encantos de aquella manera durante tanto tiempo., y de repente en menos de dos meses mi esposa había duplicado la cantidad de ojos que habían conseguido ver su cuerpo vestido únicamente por sus prendas más provocativas e intimas"...
Tomas y Erick, anticipando lo que vendría una vez que Samuel continuara se habían apresurado a sentarse de nuevo en sus puestos mientras que yo movido por un indescriptible morbo lleno de complicación y remordimientos me acerqué a entregarle su copa a mi esposa y girando enseguida hacia él apenas me fue posible mirarle a los ojos, aunque cuando lo hice en su mirada fácilmente pude notar algo en su mirada que sin lugar a dudas me dijo que aun no había terminado. Le había gustado lo que había visto y ahora quería ver más de lo que ella tuviera que verle.
Al retirarme de él para ir a sentarme en la mullida silla larga o sillón estilo chaise lounge color vino, que acomodado de tal forma que delimitaba el área del comedor y la sala pude notar como Erick que era el más cercano al mueble donde se hallaba el estéreo de alta fidelidad, precisamente enfrente de donde yo me hallaba apoyando la espalda sobre el medio respaldo del largo sillón., él sin el más mínimo empacho por disimular la ostensible erección que se revelaba dentro de sus calzoncillos, se había parado a cambiar el disco compacto para que volviera a surgir la música de los altavoces .
Durante el tiempo en que a mí me había tomado servirles sus tragos, Isabelle había sido también bombardeada e instigada a que siguiera prestándose al juego., y Tomás queriendo relajar ligeramente las cosas le insistía en que todo había sido una mera cuestión de la misma suerte que de seguro cambiaría en cuanto siguieran con la siguiente ronda, mientras que por otra parte el intemperante Erick, en cuanto terminó de cambiar el disco insistió en que ella había hecho trampa, y al volver a sentarse al lado de Samuel volteo a verlos para decirles que de haber sabido sobre las medias antes del baile, él les habría sugerido que en vez del vestido, y para abreviar tiempo le quitaran los panties en el primer castigo.
-Así., ¿te imaginas mi Sammy?- Gesticuló llevando las manos hacia su cintura para después deslizarlas sobre sus piernas , simulando que se bajaba la prenda sobre los muslos de mi mujer, al tiempo en que después de emitir un leve silbido apenas audible concluyó. -Su bichito greñudo allí encueradito debajo del vestidito mientras la acariciábamos...
A lo que Samuel luego de escuchar el soez comentario, sonrió fugazmente antes de discrepar ilustrándole que de haber sido así se hubieran perdido la oportunidad de una visión tan encantadora y sensual.
Aunque en realidad y pese a que no para los fines prácticos que ellos veían y aun con la absoluta carencia del vestido de mi mujer, en esos momentos podría haberse dicho que Isabelle se encontraba más vestida que la primera vez en que dos de ellos la habían visto, pero sin importar mayormente el anterior punto, recuerdo que ahora en ese instante fui yo de nueva cuenta el que tuvo problemas para que no descubrieran ignominiosa excitación que me corroía al escucharlos hablar así de mi esposa delante de mí y saber a lo que se referían después de haber bailado con ella y hecho que se exhibiera delante de ellos sobre la mesa.
Entre el alcohol y la intensidad del angustioso momento mi cabeza era un remolino de ideas, y fue entonces cuando aguijoneado por las indecentes comparaciones de Erick y los comentarios de Samuel, de impromptu los celos volvieron a hacer presa de mí por unos breves segundos cuando recordé haberla visto vistiéndose por la tarde y pensé que por más que ella estuviera actuando con aquella actitud contrariada, solamente tendría que ser uno un tonto para no darse cuenta de que , por lo menos intuyendo sino es que sabiendo ya de antemano lo que la noche de muestro aniversario le tenía reservado con estos tres hombres, deliberadamente había escogido lo que se pondría para que ellos lo disfrutaran cuando lo vieran.
¡Es mas, durante los pasados días y aquella otra ocasión ella claramente me había dado pistas que yo no supe entender de sus intenciones cuando tan insistentemente me había preguntado que dejaría yo que pasara si jugaba de nuevo con ellos.!... Sólo que no supe verlo hasta ese momento en que fuera por la razón que esto fuera sin decirme sus verdaderos motivos mi mujer se hallaba enredada dentro de un callejón del que aparentemente sólo existía una salida. Aunque yo no supiera ni las consecuencias que encontrarla acarrearía a nuestras vidas o que tan lejos esta se hallara de mi dignidad como hombre.
Como quiera que todo esto fuera, en aquellos momentos en los que yo ensimismado dentro de mis pensamientos, me encontraba sin prestarles demasiada atención hasta que de repente volviendo de nuevo al lugar, me di cuenta que durante mi ausencia se había iniciado otro debate entre mi esposa y los otros, y que terminó cuando Samuel indicó:
- Mira Isabelle., tomando en cuenta que tu liguero, zapatos y medias, solo cuentan como una sola prenda yo te recomiendo que en vez de que apostemos para que te los quites eso, el sostén o calzones que son tres cosas con al menos dos probables castigos más, mejor quitemos el juego sobre las prendas y te pongamos castigos., por qué de ninguna te vamos a permitir que para pagarnos con ropa, te quites tus calzoncitos o el bra sin que te veamos hacerlo para nosotros o detrás de ese cojín que ya debería de estar contando como otra prenda por como lo tienes cubriéndote las maravillas. Pero como tú quieras, de todas maneras esta noche no te nos vas viva preciosa.
...¿ O tú qué opinas Daniel?- Se dirigió ahora hacia mi apocada persona antes de pedirme que tomra las cartas para repartirlas de nuevo mientras mi esposa pensaba en lo que le había dicho. Y yo casi sin creérmelo le obedecí sin saber como era posible que todo aquello estuviera ocurriendo y yo fuera capaz de permitir que jugaran de nuevo en esas condiciones.
En cuanto repartí las cartas, todos los hombres se apresuraron a levantarlas para ver que juegos tenían, y sólo Isabelle dejó las suyas sobre la mesa por unos instantes que utilizó para lanzarme una lóbrega mirada que duró un suspiro antes de que apartándola de mi inquieta persona, la paseara por la habitación hasta detenerla aparentemente sobre los cuatro naipes que permanecían a la vista en la mesa y enseguida llevarla hacía las tres que de manera ilegal sostenían cada uno es sus manos., como si quisiese traspasar el material del que estaban hechas para poder ver sus posibilidades en vez de adivinar lo que le podría deparar el azar en cada una de las que permanecían ocultas a ella.
El moreno cubano, con un rey a la vista sobre la mesa fue el primero en decirme que voltearía su carta con un cinco para que le diera una más con un nueve, tras lo cual se plantó con una cuenta de 14 a la vista. Enseguida Samuel mostrándome un ocho solicitó otra carta más, a la que le sonrió cuando la recibió con gesto confiado al revelar que una de las otras tenía un siete, por lo que al menos sumaba 15 puntos. Y después ser el turno de Erick, quien haciendo una fingida mueca de desaprobación se limitó a volver a poner en la mesa volteado hacia abajo el as que sostenía en la mano desde el principio y dejando atrás la pantomima, exclamar jubiloso: -" ¡Ya me los atoré!... ¡Tus calzoncitos!... ¡Esos calzoncitos transparentes, chiquitos y apretaditos ya casi son míos Chavela!...
-¡No!. ¡Espérate tú!... Todavía no sabes ni que saca ella o que carta tiene... - Con el estomago encogido y el corazón galopando salvajemente dentro de mi pecho luego de escuchar su anticipada exaltación, intenté contener la situación, al menos hatsa que fuera oficial, si es que acaso tenía el juego de naipes que pretendía hacernos creer que tenía.
-¡A ver., ándale mamita!... Enséñale que tienes o dile si quieres otra carta para que no se encabrone el señor... ¿Qué tienes además de ese seisote?... ¿Un nueve o un mono?- Insistió convencido de su buena fortuna.
Pero Isabelle tenía otras ideas, y no habiendo abierto ni siquiera para ver la carta que tenía volteada hacia abajo, nos hizo esperar mientras que buscando taparse con el cojín que tenía sujeto enfrente de ella, lo pegó aún más a su cuerpo al tiempo en que juntando valor para acercarse a la mesa se inclinó hacia adelante para levantar el naipe que le faltaba por ver y tras observarlo por un par de segundos, voltear a mirarme con un aire que no supe entender de reproche, pesar y molestia hacia mí y declarar que así se tenía que quedar.
Era claro ahora ya que salvo que los demás hubieran excedido la cuenta, ella había alcanzado el tope inferior de 16 puntos y seguramente había perdido la mano de nuevo. De ninguna manera había sido aquello intención mía.
Volteando Erick sus cartas, ufano mostró un 21 natural de monos y un as., Samuel aunque también con 21 puntos lo había hecho por tres cartas, y el sonriente anfitrión había sumado 17 unidades. Isabelle simplemente había sumado un rey de 10 puntos y el seis.
Como dije, era claro. Erick había ganado e Isabelle había perdido todas de todas. Con todo, Tomás aunque no lo requería se paró de su asiento al lado de Samuel y quitándose los pantalones los dejo caer hacia el piso al tiempo en que decía: -Tú no te preocupes mi vida., yo pago por ti esta y la que sigue...- Antes de llevar sus oscuros y largos dedos hacia sus pantaloncillos y disponerse a bajárselos.
-¡No Tom!... ¡Por favor no!... Creo que todos preferiríamos que mejor no te los...- Se escuchó la alterada voz de mi esposa intentando decirle al moreno que se detuviera pero ya estaba hecho., la cintura de los calzones a cuadros de nuestro anfitrión, había rebasado las rodillas del hombre.
Aunque los largos lienzos de tela de la camisa bajaban hacia los umbrosos muslos del morenote, colgando al centro entre las aletillas con que se abotonaba la prenda, rodeado en su raíz por algunos cuantos ensortijados vellos oscuros con forma de volutas de lana, surgió por primera vez ante mí el intimidantemente grueso, longo y profundamente venoso arpón masculino que amén de ser tan negro y desarrollado como su dueño, cubierto de irregulares protuberancias oscuras a casi todo lo largo de su ciclópea extensión, y que yo hubiera tenido ante mi presencia hasta aquel día. Pero si yo logré contener el nerviosismo e incomodidad que me producía la cercanía con aquel fosco objeto de mi atención, también pude distinguir que mi esposa Isabelle para no ruborizarse tuvo que dominar su intención de quedarse mirando la prolongación de carne que aparecía entre las piernas del negro.
Después de alzar para desembrazarse de los pantalones y calzoncillos, con aire conspicuo y jactancioso de su presencia, lo que Tomás hizo luego de no haber dejado terminar a mi esposa lo que iba a decir, fue voltear a vernos a todos para ver si alguno tenía algo que quisiera objetar, pero confundidos por su inopinada actitud tanto como su acto de exhibicionismo, un incomodo silencio imperó en la sala durante algunos instantes, hasta que por fin usando la camisa para cubrirse volvió a sentarse en su puesto.
-Cálmate tú., si no estamos en el congal, en el zoológico o en tu Animal Kingdom., . tú menso... - Fue el comentario jocoso con el que Erick inició su protesta, antes de alegar que no era valido.
...El otro día en su casa no dejaste que Daniel pagara por ella., así que no te metas. A mí me toca quitarle lo que yo quiera a mi cuñis. Pero si quieres para que estemos iguales, ¡también ahí van mis calzones!- Y diciendo y haciendo, antes de que mi esposa pudiera decirle cualquier cosa, quitado de la pena se levantó y de un tirón dejó expuesto ante todos su masculinidad., que aunque no era tan gruesa como la del negro, ni mucho menos oscura como la de este, en nada tenía que hacerlo sentirse avergonzado de portar el arma que presentaba. Y tal como lo había hecho con el negro, noté a Isabelle desviando la vista hacia él para intentar verlo discretamente sin que la sorprendiéramos viendo. Aunque con todo el rubor que apareció en sus mejillas mientras lo veía, la delataba notoriamente cuando finalmente haciendo de lado aquellas posturas del par de exhibicionistas, desvió la mirada hacia sus cartas para preguntarle a Erick:
-Ok, mocoso. Ganaste. ¿Qué quieres?., ¿Tomo un castigo o no tiene ni caso?...
-Bueno, a ver déjame ver, ¿a ver que habías escrito?. Si me conviene a lo mejor te la cambio.- Sugirió el moviendo sobre el sillón para buscar el cenicero donde habían escrito los castigos que ella había escogido.
...Ah, mira. No sonaba nada mal este... ¿Se suponía que si tú ganabas uno de nosotros te masajeaba los pies o lo que quisieras?, o ¿Qué tú nos masajeabas?... Yo gané, ¿te quito los calzoncitos por la trampa que hiciste?, ¿ te masajeo los pies o lo que yo quiera?.- Le preguntó.
No, se supone que si tú ganaste yo te masajeo lo que tú quieras... Pero no hice trampa, de todas maneras aunque traiga medias, estaban cubiertas por el vestido... - Algo apenada le dijo, aclarando: -Así es de que no vale que me digan que estaba descubierta... si así fuera también mi estomago estaba descubierto y nadie se queja.
-No, yo escojo los calzoncitos o que bailemos de nuevo. - Demandó.
Mi corazón palpitaba como si se fuera a salir de mi pecho al oír su postura y lo que pretendía. Sé que debí de hacer o decir algo pero entren el alcohol que ya me tenía bastante confundido e idiotizado, había ocasionado que dentro de mi afectada cabeza, tanta vergüenza e ignominia sufrida entre todo aquel cumulo de emociones tan encontradas, de pronto sintiera como si de alguna manera me encontrase teniendo una experiencia extracorpórea en la que aturdido por la situación que estaba viviendo mi esposa, no me causara algo más que un lúbrico y morboso deseo. Simplemente me hallaba perdido como si además de mi mente, una sensación que me hacía sentir como si mi cuerpo flotara y se desvaneciera ante sus posibles miradas cuando movido por el placentero estupor la abandoné a su suerte para que lidiara con ellos y sus castigos.
...Mira, yo gané, y si no quieres ese aquí está este otro que dice que con el que gane tienes que dejar que te besen y acaricien todo lo que quieran mientras bailas una canción pegadita. - Dentro de mi imaginario manto de invisibilidad escuché a Erick decirle después de inclinarse a tomar orto de los papelitos que tenían escritos castigos.
-Oye, pero eso no se vale., es el mismo castigo de hace rato- Objetó Isabelle. Ante lo que el impúdico muchacho volvió a agacharse para tomar otro papel de la alfombra antes de rodear la mesa para ir a plantarse con todo y su masculino paquete delante de ella al tiempo que le decía:
-Mira mamita. Son dos distintos... La letra es diferente ya no te hagas mensa y párate para que bailemos o te quite tus calzoncitos aquí delante de todos... - Terminó de decirle mostrándole el par de castigos para que los leyera mi esposa. Y habiendo acercado su cuerpo al de Isabelle, usó la cercanía hacía ella para tomar por sorpresa a mi desprevenida mujer para arrebatarle el cojín que modestamente había estado cubriendo aquella porción de su anatomía y lanzarlo hacía el sillón donde los otros dos la veían.
-¡No Erick. No!- Regateó ella intentando cubrirse de sus miradas.
-Isa., ya no te quejes, sólo es un baile tesoro- Con inusitado aplomo., máxime si tomamos en cuenta que igual que mi amigo también se encontraba completamente desnudo, nuestro moreno anfitrión se levantó de su asiento a mi lado para pasar por enfrente de Samuel al dirigir toda su descomunal presencia hacia el mueble donde tenía sus discos compactos y disponerse a encontrar el que había decidido que pondría para que mi esposa cumpliera su pena.
-"¿Realmente vas a dejarlos que sigan con esto?"...- Parecía cuestionarme de pronto con la mirada volteando hacia donde con el corazón en un hilo yo la observaba queriendo mimetizarme con el sillón mientras yo, sin atreverme a decirles ya nada intentaba evadir mi propia responsabilidad. Era seguro que las supuestas reglas del juego ya habían sido rebasadas con mucho.
...Éste estará bueno.- Por fin la ronca voz del moreno distrajo la atención de mi expuesta mujer para voltear a verlo cuando por los altoparlantes comenzaron a escucharse los orquestales primeros alientos de la Romanza del Concierto de Aranjuez. Y Erick, no queriendo perder ni un solo instante de la melodía, sin reparos extendió la mano hacia Isabelle para que se levantara a bailar.
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...Vente Chavita., vamos a bailar. - Le dijo de manera inusualmente gentil. - Esta vez si voy a disfrutar este bailecito contigo... -
Comentó bloqueando mi vista cuando Isabelle comprendiendo que sobrepasado por las circunstancias, aunque físicamente me encontraba en la misma habitación donde ella se hallaba, no teniendo caso intentar negociar con ninguno de ellos tampoco haría nada por impedir que Erick cobrara el supuesto castigo y tomándolo de la mano accedió a levantarse para bailar con él delante de todos mientras Samuel que habiendo notado el cariz que de nuevo tomaban las cosas también se paró de su asiento para, ayudado por Tomás, alejar de mí la mesa de centro y haciendo espacio en medio de la habitación moverla hacia el mueble donde tenía el aparato de música. Cuestión que el muchacho aprovecho en cuanto vio lo que sus dos compañeros habían hecho, para a su vez mover a mi esposa con él hasta quedar parados delante de mí por unos instantes. Él totalmente desnudo y ella ataviada únicamente con sus prendas más íntimas e incitantes, y sin querer o atreverse a levantar la mirada o decir ni media palabra al menos por unos instantes, hasta que volviendo a sentir como pegaba él su cuerpo al de ella para comenzar a bailar por fin alzó la vista para decirles:
-Esta bien... Que conste que hicieron trampa. Pero ya que nadie me ayuda acepto pagar por que Erick ganó para que me regresen mi ropa...- Bajando la vista de nuevo hacia el piso en cuanto con aquellas palabras abdicó el último arresto de energía que aun pudiera existir dentro de su vulnerada dignidad y volvió a asumir su actitud de resignada derrota.
Lo que seguramente nunca se imaginó,o por su mente en esos momentos a mi querida e ingenua Isabelle, era el hecho de que aquella versión del Concierto de Aranjuez, duraba algo más que los diez o doce minutos... O si acaso lo recordaba ni tiempo tuvo para protestar o decir nada pues en cuanto Erick pegándose todavía más a su cuerpo empezó a moverse con ella, ayudándose con las manos para que ella no pudiese apartarse de él, cerró todo espacio que quedara posible entre sus labios y comenzó a besarla plenamente en la boca mientras sus otros dos compañeros, incrédulos ante el arrojo del muchacho observaban estupefactos a la improvisada pareja de baile delante de mí.
Y así estuvieron por algunos instantes, nada más mirando como poco a poco, luego de sentir que mi esposa ya no se apartaría de su boca, al tiempo en que continuaba besándola las manos del joven desnudo bajaron para rodear sus caderas y acomodándolas encima de la elástica tela blanca del cinturón portaligas, aprestarse a acariciarle con estas la mórbida carne de su expuesta cintura, hasta que impulsados por una señal él les mandó utilizando únicamente sus ojos para señalarles que podían atacar a la presa, Isabelle, si alguna vez la tuvo, perdió toda oportunidad de poder controlar nada de lo que sucediera con ella entre ellos, que se aunque con sutileza, no desaprovecharon la invitación que el muchacho les hacía para unirse y hundirle las garras a aquel delicioso bocado y festín que él se encontraba ya saboreando sobre el cuerpo de mi mujer.
Temiendo que alguno de ellos, siquiera por equivocación pudiera voltear hacía el lugar en el que procurando guardar el más absoluto silencio me hallaba sentado sentí como mi empequeñecida figura, como si por una especie de magia pudiera ir haciéndose aún más pequeña al buscar hundirse o desaparecer dentro del tapiz del medio respaldo del sillón contra el que apoyaba mi espalda, fui queriendo desaparecer del lugar cuando por la posición en que se hallaban en esos momentos meciendo sus cuerpos delante de mí, me di cuenta de el breve instante en que mi mujer perdiendo el paso quedó como petrificada al sentir no sólo la cercanía de el otro par de sujetos que ahora se acercaban a ella para tocarla y permaneciendo estática parada sobre sus altos tacones, su cuerpo pareció tremolar y agitarse ante el abrupto contacto de las manos de ellos. El tremendo y encuerado negrote había optado por dirigir su atención hacia la oreja de ella, y situándose parcialmente a espaldas de Isabelle , se inclinó hacia su oreja para comenzar a besarla y cuchichearle algo al oído, mientras que Samuel, que era el único que aún permanecía en ropas, se había arrodillado a los pies de mi esposa para recorrer con sus manos toda la superficie de sus incitantes e inicuamente vestidas piernas al tiempo en que besando la que le quedaba más cerca, aplicó los labios sobre el área de una de las pequeñas gomas y broche metálicos que remataban el tirante elástico recubierto de encaje del liguero que ella había escogido para usar esa noche.
Después de aquella reacción inicial de desconcierto por parte de Isabelle, y aunque inicialmente ella se limitó a permanecer con los brazos pegados al cuerpo evitando tocar a cualquiera de los tres que ahora la tocaban por todas partes, al no intentar ella apartar todas aquellas manos, pronto quedó claro para ellos que tampoco interpondría mayor resistencia si accidental o deliberadamente traspasaran alguna de las zonas no expuestas de su anatomía.
Aunque para ser estrictamente objetivos, aun dentro del azorado estado en que me hallaba yo, intoxicado por la bebida, que complicándose a la vez con la más indescriptible excitación que recordara haber experimentado jamás hasta ese momento y aquella inquietante vergüenza que me turbaba al ver como la acariciaban casi sin concesiones, ni clemencia o reparos hacia su persona o la mía, puedo decir que aunque, como ya he dicho anteriormente, las posibilidades de mantener el decoro de mi mujer con aquel juego habían sido ya rebasadas por mucho, en esta ocasión los tres hombres parecían estar sujetando sus acciones a las últimas reglas impuestas de no tocar mas allá de las zonas expuestas de ella y no cubiertas por el sujetador, los transparentes panties y el cinturón de la jarretera. Pero quedando tantas zonas ante sus ojos sujetas de poder ser exploradas, acariciadas y besadas por ellos sin traspasar ninguna frontera, todo lo que podían hacer con ella era mucho.
Su cara, su pelo y orejas; sus hombros y la porción superior de sus pechos que desbordaba el bajísimo escote de su brassiere, tanto como inmediatamente debajo de las copas de este, y sus brazos y manos, todo su vientre , cintura y espalda hasta llegar a aquel cinturón del cual colgaban las ligas y poco mas debajo de las transparentes pantaletas blancas , sus piernas y mórbidos muslos podían ser saboreados, masajeados y venerados por ellos.
Con todo, creo yo que respetando el derecho del joven hombre que los había invitado a que compartieran su premio, mientras continuaban deleitándose con todos los muchos encantos que mi mujer tenía para ofrecer y ser admirados por ellos, Erick fue el que iba marcando la pauta de la zona que quería explorar de ella luego de otra, y comenzaron a intercambiar de lugares intentando no obstruirse entre ellos., y antes de que llegaran a la mitad de la melodía ya todos habían podido besarla en la boca y acariciar a placer o poner los labios sobre la parte del cuerpo que más se les antojara de ella. Y aunque tengo muy claro que quizás meramente por cierto pudor hacia mí por encontrarme presente en aquel sitio, Isabelle había estado intentando no responder o demostrar mayores reacciones ante sus inapropiadas caricias, con tantas miradas que clavadas en ella acompañaban cada una de aquellas seis manos y tres bocas que la besuqueaban, al mismo tiempo que manoseaban y toqueteaban por doquier de su anatomía la tarea parecía haber empezado a complicarse ya para ella ante tantos estímulos de los que su pequeña figura estaba siendo blanco directo., y cada que ella para suspirar, gemir o abría los labios para intentar decirles algo, de inmediato era acallada por la boca de alguno de ellos que sin importar lo que ella pudiera llegar a tener que decirles se acercaba a la suya para besarla.
Y así estuvieron hasta que en un momento dado, cuando habiendo girado sus cuerpos en aquel frenesí de besos, sonidos húmedos proviniendo de todas sus bocas y alguno que otro gemido, Erick habiendo quedado justo detrás de la espalda de ella y de perfil hacia mí, no hizo el menor esfuerzo por disimular ante mis ojos que encontrándose totalmente excitado y desnudo, había comenzado a empujar su encendida barra de carne contra las pantaletas que, al menos en intención, cubrían los glúteos de mi mujer, para después, apartándose un poco de ella y flexionar sus propias rodillas, procurando no meter las manos ni usarlas para guiar a su miembro hacia tal punto, consiguió acomodarlo entre las piernas de mi señora antes de comenzar a levantarse de nuevo haciéndolo resbalar en su camino hacia arriba por toda la lozana tersura parte interior de los muslos, hasta que impedido de subir más por aquel angosto sendero fue buscando a anidarse entre la femenina tibieza que le prodigaba a su dueño aquella parte de la anatomía de Isabelle , y habiendo llegado al tope que físicamente en aquella postura le permitía a este la entrepierna de mi mujer quedar encajado allí en medio.
Aun cuando no podía yo verlo directamente, la sola idea de lo que estaba sucediendo allí mismo delante de mis propias narices era abrumador y casi asfixiante para mí, nada mas de saber que separándolos únicamente del contacto más pleno y directo posible que pudieran ellos llegar a tener en tales circunstancias, ahora el más inicuo pedazo de tela que, sin refuerzo en la entrepierna de las pantaletas de mi mujer era lo único que se interponía entre sus cuerpos, casi me hacía desmayar y las mejillas arder de pensar en el prácticamente inexistente o nulo resguardo que aquella prenda podía ofrecer en ese momento a la mamá de mi hijo. Pero cuando ella, extraviada quizás entre todo aquel mar de emociones y sensaciones no protestó ante el nuevo acercamiento de él con aquella parte de su anatomía, sintiendo que palpitaba todo mi ser me quedé embelesado y no pude decir nada. Como tampoco lo hice cuando aparentemente sin que ella se diera cuenta de ello, él comenzó a moverse hacia atrás y adelante entre sus piernas.
Habrían pasado ya unos 10 minutos y no más de la melodía del ciego de Valencia, Rodrigo Vidre, cuando sin que mi esposa ocupada entre los besos y caricias que los otros dos probaban sobre su cuerpo hiciera nada por detener el invasor contacto que entre sus muslos disfrutaba el tercero de ellos, y mientras Tomás la besaba ahora en la boca, Samuel que habiéndose dado cuenta de lo que ocurría allá abajo, sin molestarse ya tampoco en aparentar el tremendo bulto que la escena le había provocado dentro de sus pantalones, se había replegado para observar lo que sucedía entre sus dos amigos desnudos y mi esposa.
...¡No Erick!., ¿Qué haces?... No... - Por fin mi mujer volviendo a la tierra parecía tomar conciencia de lo que el muchacho hacía clavado allí en medio e intentó hacer algo pero ya era muy tarde y para el momento en que habiendo quedado de frente hacia mí ligeramente de lado el cuerpo de mi mujer, había sido Tomás el que percatándose antes que yo de lo que sucedería había dicho:
-Shh, shh... Tranquila chiquita. No pasa nada... - Y haciéndose cargo de la situación en vez de permitirle alejarse cuando a ella aun le resultaba posible impedir que el desvergonzado de Erick corrompiéndole aún más de lo que seguramente podría haberle ya deshonrado u ocasionado toda otra clase de posibles estragos con la sola proximidad de su henchido aguijón embutido entre los muslos de ella ya para ese momento, le ayudó sujetándola firmemente para inmovilizarla en aquel sitio antes de que buscando culminar el grotesco acto regándose encima de ella el muy salvaje gruñera:
...¡¿Qué... ehhg ?! Ni te heh heh e-es-toy be- eh... -sa...hah -ando ni acah a-aricia... ahgg... ahhh... ah...- Pegando su cuerpo aun más hacia los glúteos de Isabelle ,hasta hacer emerger por delante de las piernas de ella la enardecida cabeza de su palo de carne que como un cucú que apareciéndose de su escondrijo dentro de la cajita de un reloj para anunciar las horas cumplidas, aprisionado entre los suaves y tiernos muslos con tacto de seda de mi mujer se mostró ante mí escupiendo un grueso borbotón de semen que fue a parar hacia el piso al tiempo en que vociferando comenzó a eyacularle sobre los muslos y piernas.
¡Aaargh...aghhh!... prie-ehh ta...- Delirante y jadeando como animal herido de muerte alcanzó a terminar de decir cuando después de abrazar a Isabelle lo mas fuerte que pudo, luego de aquella embestida se replegó tensando su cuerpo para después con un par de espasmos que tuvo más fuertes contra los anchas mejillas traseras de ella volver a surgir con la punta del pene ahora reluciente y mojado , culminando una nueva erupción que habiendo iniciado cuando en su camino hacia el frente él aún se hallaba en medio de la limitada estrechura de aquel nido que había violentado en medio de estas, comenzó a derramársele entre sus piernas y muslos.
-¡Urgh!... Urggghhhmmms...si... ¡Rico!.... ¡Caagh- ientito y mojado mi ah-a-tole ehhg!...- El muchacho continuaba convulsionándose estallando entre los envilecidos muslos de mi mujer, que habiendo girado su cuerpo durante el ajetreo, involuntariamente me dejó observar como aquel joven hombre al que por tanto tiempo había considerado mi amigo cubría completamente las tersas paredes de piel de sus muslos con aquella viscosa sustancia portadora de vida y con una nueva descarga que habiendo salido también disparada de aquel pene que se hallaba sumido allí en medio de sus piernas, había alcanzado a empaparle con su leche de macho la prenda que supuestamente debía servir para resguardar su desprotegida feminidad.
-Puuuugh... ¡Ahí te van esos y estos Chavela!...- Imitando el sonido de un cañón estallando metralla Erick disparó una vez más, y aunque desde mi posición no me resultaba muy fácil observar lo que hacía más allá de un par de milésimas de segundo cada que al arrimársele por detrás, dentro del paroxismo del clímax que estaba experimentando la punta del trastornado aguijón aparecía entre las piernas de ella aparecía arrojando una nueva descarga de semen que a una ocasión fue a dar hacia el piso y otra sólo fue a embarrársele sobre sus muslos que impensadamente ella le había ofrecido para atrincherarse, finalmente habiendo soltado a Isabelle para abandonar su cobijo y empuñando el arma viril con la que la naturaleza le había provisto, aprovechar la oportunidad de tomar ventaja de su posición al haber dejado vació aquel preciado punto de la anatomía de mi esposa para dirigir un último disparo de artillería que fue a dar directamente hacia el objetivo que se hallaba situado en el fútil e irrisoriamente pequeño pedacito de tela menguado con la que sin conseguir de forma ninguna la inútil prenda defenderla del ataque invasor de todos aquellos espermatozoides, simplemente inadecuada para cumplir como una verdadera protección para su feminidad, parecía más un adorno ultrajado que una vulnerada e inútil barrera inservible para impedir que aquella riesgosa ponzoña entrara en contacto de manera inmediata con su área más privada e íntima.
Tomás previniendo o tal vez habiendo alcanzado a sentir alguna descarga que desde la punta del encrespado falo de Erick pudiera llegar hasta él al estar sujetando a Isabelle para que se mantuviera en su sitio, sin soltarle los brazos firmemente a los costados del cuerpo rápidamente había conseguido separarse un poco hacia el costado de ella, mientras que yo salido de mi cabeza observaba la pervertida escena que ocurría delante de mí con todo el espeso chorro de leche y esperma que pareciendo primero no querer terminar de seguir siendo expulsado de los juveniles testículos del muchacho junto con el impetuoso torrente de semen que producto de la fricción que su miembro había provocado al deslizarse hacia delante y atrás contra el cuerpo de mi mujer una y más veces dentro del acogedor y por demás deleitante cobijo del reducido canal que su vigoroso tronco viril había conseguido encontrar para sumergirse y violentar la natural tibieza del nido que obsequiosa e improvisadamente ella le había ofrecido para cobijarlo tan sólo por unos cuantos instantes sin esperar que él terminase ensuciándola con todas aquellas deshonrosas descargas que había producido por ella y ahora escurrían por entre los corrompidos muslos de la mamá de mis hijos e ingenua señora.
...Tranquila chiquita. Sólo es un poco de leche de tu cuñado... Con un poco detergente se quita., y tú puedes lavártelos luego...- Dijo refiriéndose a su alfombra y la ultrajada prenda que cubría la feminidad de Isabelle cuando sintió que ella intentaba moverse, aunque nunca refiriéndose hacia mi mancillada identidad como hombre que a partir de esa noche ante ellos pasaría a ser simplemente el esposo que había permitido que uno de ellos usara a su esposa para masturbarse y después venírsele sobre las pantaletas.
-¡¿Ya ves Chavis?!... T-e ehhh dije que me dejaras quitártelos para que no se ensuciaran... Tú ti-e-ehhh-nes la culpa Chavela- Entre los últimos jadeos y estertores, e inconsciente de su gracia y con todo cinismo pareció regodearse de su obra el mentecato ese, al tiempo en que habiendo amainado el torrente de su pegajosa venida, Tomás volvió a controlarla apretujando su cuerpo al de ella para sujetarla mientras ofuscada ella maldecía a Erick por la marranada que había hecho.
... ¡Baboso., ya te he dicho que no me llames Chavela!, ¡no seas tarado mocoso baboso!... - Le reprendió con coraje. Visiblemente alterada y al borde del llanto. Sin nadie que la defendiera.
-Ya. Tranquila preciosa, no pasa nada... Ya pasó todo. Ven con tu papi.- Como si yo ni siquiera existiera, insistió Tomás abrazándola con cariño para confortarla. Organza cristal
Pero Erick aún no había terminado: -...No ., si baboso te quedó a ti todo allí abajo... Y estaba calientito y bien rico allí en medio. - Ni aun recuperándose del estremecedor orgasmo que acaba de experimentar, el muchacho pudo evitar no contestarle con sorna a Isabelle al tiempo que, intentando humillar más a mi esposa y sus pantaletas alzó hacia arriba el baboso miembro que mostrando ya señales de agotamiento comenzaba a debilitarse después de la apresurada faena y antes de apartarse completamente de estas, lo arrimó hacia el delicado tejido de chiffon blanco que, por decirlo de alguna manera somera y sutil, como todos habíamos visto ya para ese momento tan sólo circunstancialmente cubría el trasero de ella y aprovechándola como un simple pedazo de paño en vez de una finísima prenda , levantándose sobre la punta de sus pies para poder alcanzarla mas plenamente restregó contra esta su obsceno gusano para limpiarse con ella y embarrarla con los húmedos restos de semen que lo cubrían por doquier.
...No, por favor Tomás, ya déjame.- Le pidió ella acurrucando la cabeza contra el oscuro pecho del hombretón al tiempo en que Erick habiéndose recuperado al menos parcialmente del embrutecimiento en que el tremendo orgasmo lo había dejado sumido por unos instantes, sin poder impedir que un hilillo de semen que conectaba a su desguanzado pene con las pantaletas de ella pronto comenzar a formar una curva cada vez más larga y tirante que termino por romperse cerca de su decaído miembro para desaparecer de mi vista latigueando entre las delicadas medias de mi mujer cuando por fin dando otro paso hacia atrás él se apartó ya demasiado de ella.
Aquel mentecato muchacho no sólo acababa de profanar la santidad del bastión más íntimo de mi esposa delante de mis propias narices, si no que no contento con ello, y sin recaudo alguno para su protección o preguntarle si podía hacerlo o no, había vaciado todo aquel torrente de semen en las proximidades de su receptiva vagina, que separada ante la posible invasión de aquellas huestes de espermatozoides portadores de vida únicamente por el cuasi inexistente pedazo de diáfano material que como un cedazo pudiera servir para atraparlos entre su tejido e impedir que consiguieran lograr acercarse hacia su preciado objetivo de ataque y cumplir su primaria función natural.
Sin embargo, ni aún así, trastornado por la más desenfrenada perversidad que hubiera creído jamás poder llegar a apoderarse de mi persona, me fue posible decir o hacer otra cosa, como no fuera observar la lúbrica escena que se desarrollaba ante mí con mi esposa ahora en aquel vergonzoso estado de ultraje que les había permitido mientras yo la veía y el negro aquel que ahora abrazándola la apaciguaba con la intención de que ella no apartara de él y le permitiera a Samuel acercarse enseguida.
Y no fue hasta ese momento, en que habiéndose retirado Erick del cuerpo de ella para buscar una servilleta con la que poder terminar de limpiarse los restos de semen que pese al desmedido acto de ultraje que había cometido en contra de las afrentadas pantaletas de mi Isabelle aun cubrían buena parte de su órgano reproductor, y antes de que pudiera terminarse la pieza Tomás inclinándose sobre ella al seguirla sobre la alfombra en los erráticos pasos que daba hacia atrás, rumbo a lo que pudiera decirse que eran los pies del sillón sobre el cual me hallaba sentado la contuvo para besarla con calma y ella, aun sobre sus zapatos con tacones de más de diez centímetros de alto, arqueando la espalda hacia él tuvo que alzar el cuello para ofrecerle los suyos, teniendo con todo todavía él que encogerse encima de ella para alcanzar a fundir sus gruesos belfos de negro con los suaves labios de ella y poder comerle la boca delante de todos. , y luego de algunos instantes se apartó de mi mujer para enderezarse y descansar de la forzada postura antes de volver a arrimarse hacia ella para acurrucarla , y teniéndolos ahora solos, de perfil y tan cerca de mí pude percatarme de la notoria diferencia de sus estaturas, que lejos de exageraciones, haciendo que la no muy pequeña figura de Isabelle luciera como la de una chiquilla parada ahí enfrente del monumental cuerpo moreno del que ahora, gracias a mis amigos, además de su jefe parecía estar convirtiéndose en su dueño.
-Tommy, por favor... me siento manchada... - Isabelle le pedía sin que a él le afectara mientras yo los veía allí justo a mi lado. pero cuando ya en esa postura él se acercó de nuevo hacia ella, intenté hacer unas cuentas muy rápidas al deducir que si mi esposa midiendo poco menos del metro sesenta sin aquellos zapatos, sin sobrepasarlos ni con su copete, escasamente llegaba a los hombros de él, al menos debía andar midiendo algo cercano a los dos metros y fracción de centímetros. ¡El tipo ese de verdad era enorme!... Y de ello hacia las veces de testigo fehaciente aquel pulsante falo de ébano que apuntando hacia el pecho de ella daba la impresión de que con toda facilidad hubiera podido al menos alcanzar a rozar con este la base de las copas sujetador de mi esposa así como estaban e incluso acomodarlo en medio de estas si ella no hubiera estado montada sobre sus estilizados tacones, y él así lo hubiese querido.
- No mami, no te apures... Esos se lavan o tu marido compra unos nuevos. ¿No es cierto Daniel?...- En eso estaba yo, sobrecogido ante la tremenda visión de sus dispares anatomías cuando dirigiéndose hacia mí me descubrió sentado allí en su sillón y me trajo de vuelta pretendiendo que le contestara. Pero habiendo propasado ella ya tanto el límite de la decencia como yo el de la dignidad, no supe que contestar y como un bobo me quedé allí boquiabierto, asintiendo con la cabeza hasta que al ver el modo en que principalmente miraba hacia ella él volvió a dirigir su atención a Isabelle para atraerla hacia si y envolviéndola entre sus brazos sin percatarse de lo que yo ahora veía, e hizo desaparecer aquella gruesa barra de chocolate entre sus cuerpos al atraer contra el suyo los imponentes pechos de mi mujer., mismos que al comenzar a aplanarse ante la firmeza del oscuro torso del tipo, involuntariamente primero parecieron cubrir la punta del palpitante aguijón, para enseguida desaparecer de mi vista cuando semejando un par de substanciosas gelatinas que contenidas dentro de dos tazas de tela e imposibilitadas de ir a cualquier otra parte, debido al aplastamiento del que estaban siendo sujetas repentinamente estuviesen hinchándose hacia los lados y amenazando con desbordarse sobre el escote de su sostén de no haber sido por la misma presión que al cerrar todo el espacio que hubiere vacío entre sus cuerpos el propio pecho del hombre se los impidiera justo antes de que Samuel, habiendo aprovechado para despojarse de sus pantalones el tiempo durante el cual, distraído yo con aquel inquietante espectáculo o las inauditas vilezas que Erick acababa de cometer en agravio de mi señora, había rodeado el mueble desde donde yo los veía para acercarse hacia ella por detrás e ir ocupando el sitio que este había dejado vacante allá atrás.
Al llegar hasta ellos Samuel de inmediato buscó hacerse cargo de sujetar firmemente los brazos de Isabelle para que trasgrediendo la regla de no intentar acariciar cualquier parte de su cuerpo que no estuviera a la vista o completamente desnuda e intentar despojarla de más prendas., después de pasarle a él el control de las extremidades de ella, Tomás ya viéndose libre de éstas fuera subiendo ambas manos hacia el cuello de mi mujer, donde luego de juguetear brevemente con las perlas del elegante collar que le había obsequiado yo durante nuestro aniversario pasado, el le dijera... -"Tócala de nuevo Sam".... Por favor sírvete-
Con aquella alocución que el moreno usó para dirigirse hacia el hombre al que también hasta el día de hoy había considerado quizás hasta bastante más que un simple conocido y amigo, al verlo apartar hacia un lado la ondulada cabellera de suaves tonos castaños de la que, con excepción de los excesivos y prácticamente imposibles de describir con la suficiente mesura pasados minutos, o incluso aquella otra ocasión en la casa., amén de haber sido una excelente bien portada madre y esposa, a la que., ¿y por qué no admitirlo también?, con el egoísmo que ocasionan el amor y los celos, siempre había considerado como mi más preciada fuente de placer y erotismo.
Ilusa y estúpidamente quizás yo que aun sin conocer tantas cosas de su pasado que me había sido negado saber había tenido la culpa de que todo esto ocurriera al haber pensando en ella más como una pareja con la que ya todo era seguro y descuidarla como mujer sensible en busca también de cariño y placer, al tratarla después de varios años de matrimonio como una posesión reservada para que, gozando del supuesto compromiso de fidelidad que tanto el matrimonio como aquel presuntuoso anillo dorado que coronando el dedo anular de mi princesa, que incluso esa noche portaba mientras la besaban y jugaban con ella entre ellos esos dos hombres, la señalaba como mujer casada y prohibida, y que ahora al estar permitiéndoles ser violentada de aquella manera no sólo por estos de casi igual forma que el otro muchacho que había tenido ya entre sus piernas sin que hiciera yo nada por impedírselo mientras lo hacía, y ahora aquel impetuoso sujeto que tan inesperadamente había entrado a nuestras vidas apenas unas cuantas semanas atrás., hasta llegar a ese momento en el que apropiándose tanto de de la situación como de la voluntad de aquella mujer a la que yo llamaba mi esposa, y de la que él se adueñaba además de todo para ofrecerle su cuerpo y pequeña persona al otro delante de mí mientras yo lo aceptaba.
Fue así, tal cual, que irremisiblemente herido en mi pundonor bajo la innegable realidad de estar permitiéndome ser despojado de la posesión más sagrada que un hombre puede llegar a tener para consolidar su vanidad o al menos digno de cierto respeto ante si mismo y los demás, mientras observaba como en tanto que Samuel cerrando una metafórica pinza junto con el descomunal moreno ese para hacer entre ellos un nuevo emparedado en el que el cuerpo de mi mujer estaba sirviendo como carne y relleno.
Y en cuanto observé cómo una vez con ella allí en medio, mientras el cubano ese con la intención de halarlos usando sus gruesos dedos cafés para hacer suyos los blancos tirantes del portabustos, que habiendo hecho el milagro de continuar soportando todo el peso de sus pechos para que no escaparan por encima del bajísimo escote durante la anterior andanada de besos, chupetones e incluso aún más encendidas caricias y apretujones que le habían propinado a aquella vasta región de su anatomía, increíblemente habían conseguido no dejarse arrastrar hacia abajo con todas aquellas manos que intentado hacer sucumbir a sus copas que estoicamente se habían resistido a caer por si solas, y no había sido de otra forma sino hasta ahora que decidiéndose a revelar el preciado encanto de los pechos de aquella mujer que en esos instantes más que mi esposa era poco menos que la presa de una jauría humana., él deliberadamente se había propuesto a retirárselos de sus hombros para comenzar a hacerlos bajar deslizándoselos por los brazos al mismo tiempo en que Samuel , habiendo apartado el peinado de ella luego de susurrarle algo al oído, aplicando enseguida los labios para mordisquearle suavemente en la oreja antes de avanzar hacia su cuello para besarlo mientras el otro adelantando fronteras infringía nuevamente las reglas. CONTINUARA
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