2ª Parte, Cap. 3, 3ª Escena 2ª Parte ( - ... " " )
Aunque por estar viendo a Isabelle no volteé a verlos directamente, en el fondo de mi cabeza se hallaba plenamente clara la imagen tanto de Erick prácticamente desvestido de todas sus ropas, como del oscuro y firme pecho de Tomás que se alcanzaba a entrever dentro de las aletillas de su abierta camisa., con ambos descalzos luego de haber perdido varias manos del juego, mientras que por su parte Samuel que se hallaba del otro lado de ella, escasamente había tenido que despojarse de zapatos y corbata., y por mero gusto en vez de quitarse la camisa había escogido zafarse el cinturón y los pantalones., por lo que ahora , sin más la situación no era otra que mi mujer se hallaba rodeada por un tercia de hombres semi desnudos que se disponían a por lo menos dejar en las mismas condiciones a ella. Samuel que de repente había tomado la batuta para capitanear las acciones de sus comparsas se encontraba ahora situado a un lado de la mesa, mientras los dirigía con un aire por demás dominante que por algún extraño motivo también pareció afectarme tanto a mi mismo como mi esposa que sin objetarle ya nada le obedeció tomando la mano de Erick y él para que la ayudaran a subir sobre el mueble del centro y quedar parada allí delante de todos encima de la cubierta de este, viendo hacia donde yo me encontraba aunque sin realmente mirarme, si no más bien intentando apartar la vista de mí o cualquiera de los que nos encontrábamos en la habitación observándola mientras que ella temerosa de perder el equilibrio sujetaba las manos de ambos pidiéndoles que no la soltaran.
Probablemente para ellos la anticipación de lo que probablemente sucedería a continuación era tan excitante como el simple momento por si sólo, mientras que yo por mi parte sin decir ni media palabra absorbiendo la intensidad de lo que aquella escabrosa escena traería a nuestras vidas, hubiera querido poder recoger una instantánea mental que captara el profundo ímpetu del instante que estaba viviendo a tan escasa distancia de ella. Así como el fugaz segundo en el que luego de contemplarla un poco más de costado, Samuel intercambio puestos con el altísimo moreno, que aun con mi esposa parada sobre la mesa quedaba justo a la altura de la cabeza de ella, y tras situarse a espaldas de ella dirigió la vista hacia la breve cintura de mi adorada Isabelle e inclinándose hacia delante posó sus gruesas manos sobre sus caderas para rodearlas y encaminarlas al frente hasta que habiendo encontrado ya sobre el bajo vientre de ella la orilla del elegante cinturón consiguió hacerse de la prominente hebilla redonda de este para comenzar a forcejear un poco para zafar la trabilla del agujerito en que se hallaba metida y por fin liberarla.
La música del disco compacto había llegado a su fin y para mí que me encontraba atento a todo lo que sucedía con las ropas de mi señora, me fue fácil distinguir el momento en que mientras aquellos gruesos dedos jugaban con el cinturón, el tejido de su vestido primero pareció tensarse por un par de segundos antes de que volviendo a soltarse de pronto se alcanzara a escuchar el delicado siseo de la tela siendo rozada por la prenda al abrirse y deslizarse sobre los costados de sus muslos en su camino hacia abajo y quedar por fin materialmente abierto el negro vestido.
Salvo por el sonido de la respiración de mi mujer, el silenció que imperaba en aquel sitio era casi total con la sola otra excepción de la tela soltándose sobre su cuerpo., y todos nosotros permanecimos callados como si contuviéramos el aire para no destruir el encanto del momento., de la misma forma en que una vez que él pareció hallarse contento con la tarea que había hecho al vulnerar el inicuo impedimento que el distinguido atavió había pretendido oponer a sus expertas manos, abandonó el frente del cuerpo de mi mujer para hábilmente dirigirlas a atrás y con agilidad propia de un virtuoso paseando sus dedos sobre las teclas de algún instrumento tras elevarlas hacia los hombros de mi señora dar un leve tirón a la prenda y hacerla comenzar a caer delante de mí.
Aunque no estoy ya del todo seguro de esto por haber escuchado dentro de mí el ruido de mi propio suspiro, creo que al momento en que la fina tela del vestido cayó hacia la mesa todos exhalamos al unísono. Isabelle permaneció inmóvil y sin a la cara a ninguno de nosotros, con la mirada sumisamente dirigida hacia abajo a la mesa y el montón de tela que le quedaba a la vista sobre sus zapatos. Ahora en un santiamén y mucho menos tiempo del que yo hubiera imaginado posible aquel hombre a quien tanto había tenido yo que agradecerle en el pasado, se había cobrado el sinfín de favores y ayudas que me había dado, despojándola de su vestido delante de su jefe y mi otro amigo. Allí se encontraba ella sobre la mesa, semidesnuda parada ante ellos ante ellos, cubierta únicamente con sus prendas más íntimas y aquel ancho cinturón portaligas blanco del cual se abrochaban sus medias obscuras, dejando a la vista una buena porción de la tierna piel y suave carne de sus muslos, que aparecía entre la banda elástica color humo de las mismas y el inmaculado tejido y moños que anudaban sus translucidas pantaletas blancas.
Al verla Samuel murmuró algo semejante a "Bárbara... Estas bárbara mujer... Que cacho de hembra eres con esta cola que tienes"... O alguna expresión semejante propia de sus raíces, antes de comentar que casi le ocasionaba un infarto mortal al descubrir aquella majestuosa visión del trasero prácticamente expuesto de mi mujer ante sus ojos, enfundado tan sólo dentro de la diáfana transparencia del tejido que yo bien sabía que estaba observando desde allá atrás, pero aún así, o no sé yo, si tan sólo para agravar mi estado de mortificación, luego de decirles que después de haber visto aquel par de encantadoras delicias, tenía que cerciorarse de que la vista frontal del cuerpo de mi mujer fuera tan espectacular como lo que acababa de ver allá atrás, y abandonó su lugar detrás de mi esposa para rodear la mesa y situándose delante de mí al pie de la mesa entre mi esposa y el lugar en que yo me encontraba sentado, mirarla mientras los demás la sostenían en su sitio para que la observara con detenimiento.
- Me encantan las mamitas cachondas como tú Issi. - Aseguró en cuanto alcanzó a divisar a través del transparente material y finisimo encaje de los panties de Isabelle el abundante arbusto de vellos que señalaba la proximidad de sus áreas más íntimas, al tiempo en que ella sin saber que contestar o decirle., y por su temor a perder el equilibrio sobre de la mesa si soltaba las manos que la asistían para estabilizarse, terminó por ruborizarse al no poder apartar o cubrir de su vista aquella región de su cuerpo tan escasamente cubierta y no le quedó mas que permanecer parada en aquel mueble ante la persistente mirada de la que no pudo escapar ni cuando él terminando de pararse delante de mí, emitió un silbido al contemplar la divina visión que se presentaba frente a sus ojos para ser admirada con aquel triangulo oscuro del pubis de mi mujer anunciándose bajo la prenda y enseguida levantando la vista ligeramente hacia arriba encontrar los dos fantásticos orbes que sobresalían de su escote.
-Tom., tú o Erick deberían de echarle una buena mirada a este primor de mujer de mi amigo... Miren que lolas se carga esta dulzura. Dan ganas de comerse un buen bocado de leche acá arriba... - Totalmente dueño de la situación se dirigió al moreno al mismo tiempo en que tomaba una de las manos de Isabelle para sujetarla ahora él y que Erick junto con el tremendo bulto que su pene había formado dentro de sus pantaloncillos pudieran dar la vuelta a la mesa y mirarla. Pero cuando este a su vez después de admirar el trasero prácticamente expuesto de mi esposa intentó tomar la mano de la que la sostenía Tomás, y Samuel me hacía un ademan para que me levantara y fuera yo a hacerme cargo de su otra extremidad, repentinamente ella pareció recuperar algo de la voluntad y pudores que aparentemente habían quedado dormidos y alegando que aquello no había sido parte del castigo demandó que la bajaran al piso.
...Una cosa era que me quitaran el vestido y otra que me tengan aquí arriba y todos me miren como si fuera encueratriz de algún lupanar. - Reclamó mientras se acercaba a la orilla del mueble.
"Ándale... Ora si salió respondona la yegua"- Entre risas profirió el mordaz comentario Erick retirando la mano en gesto de fingidamente exagerada sorpresa ante la inesperada reacción de Isabelle., pero cuando ella estuvo en el suelo con los pies sobre la alfombra del departamento, fue el mismo muchacho que me había aconsejado que no la dejara sola quien marcó el rumbo que tomarían enseguida las cosas al declarar:
-Muchas quejas tú... Yo no me estoy quejando de que tú nos hiciste trampa con lo del baile... Se suponía que te íbamos a poder besar y acariciarte todo lo que no estuviera cubierto con ropa y ya ves... tus piernitas y esas nalguitas tienen mucho que la tela no cubre y no nos dijiste.- Aclaró sentencioso.
De cualquier forma, cuando Isabelle se soltó de sus manos con la intención de girar y agacharse hacia la mesa para recoger su vestido y volver a ponérselo, fue Samuel el que apresurándose a ganárselo lo levantó antes de que ella pudiera tomarlo, para después indicarle que no podía ya usarlo de nuevo diciéndole:
- No, es mío... Este vestido es mío y se queda conmigo.- Negándose a devolvérselo para que se lo pusiera, empleando un tono de voz por demás categórico al dirigirse hacia ella y sin darle lugar a que le rebatiera de ninguna manera, le aclaró mientras volvía a sentarse: - De acuerdo con lo de modelárnoslo, pero de que perdiste la prenda ya la perdiste mamita...
Situación ante la cual mi mujer entendiendo que cualquier alegato ella pudiera oponer en contra de tal decisión, tras quedar parada delante de todos con la mano extendida en el aire y de espaldas a mí con el trasero prácticamente descubierto a la vista aun dentro de la inicua transparencia de sus diminutas pantaletas, optó por rápidamente moverse de enfrente de mí para ir a buscar asiento en otro sillón y refugiando su cuerpo detrás del acolchonado cobijo de tono shedron que un cojín le brindo, en cuanto pudo se acomodó lo más profundo posible dentro de este para poner punto final al tremendo espectáculo que les había regalado durante los pasados instantes.
Por intentar poner las cosas claras y en perspectiva, bien pudiera decirse de una simple manera que en ese momento cuando Isabelle en vez de alegarle cualquier cosa a Samuel o pedirle que le devolviera el vestido, decidió sentarse y en vez de enfrentarme a mi amigo para exigirle terminara aquel juego que ya había llegado demasiado lejos con ella y pedirle que le regresara la prenda a mi esposa , para calmarse un poco mientras intentaba cubrirse le mejor que podía con el cojín que había tomado de escudo, me pidió que en una copa le sirviera un poco más de Marnier, sin objetarle más nada a nuestro aprovechado amigo, estaba venciendo definitivamente nuestra postura no sólo ante él, sino también a los otros dos mentecatos oportunistas.
-A mi también por ahí si puedes me gustaría tomar un poco si a Tomás no le importa que entre Isa y yo nos acabemos de su botella- Pidió enseguida Samuel cuando vio que me dirigía a servirle a Isabelle entendiendo que habíamos aceptado que aquel hombre a quien hasta hacía apenas unas cuantas horas atrás, siempre había considerado yo como una persona íntegra y decente, tomara el control absoluto de lo que quería que ocurriera a partir de ese momento , y al haber ella y yo permanecido en aquel sitio luego de que él se negara a devolverle el vestido, para terminar sentándose mientras él hacía lo que se le daba la gana mientras yo les servía como simple mesero, quedaba claro que estábamos aceptando cualquier otra cosa que al señor pudiera ocurrírsele que sucediera enseguida. Y aunque aquello de cierta manera parecía estarle resultando algo bastante difícil de hacer a mi esposa, por mi propia parte y para mí era aún mucho más complicado de permitir aceptar que esto estuviera ocurriendo, dado que, pues aún cuando pareciera que nos halláramos ante una circunstancia similar a la sucedida en nuestra casa apenas unas cuantas semanas atrás entre mi mujer y dos de ellos durante aquella alocada velada que terminó cuando ella así lo dispuso.
Sin embargo en esta ocasión y no obstante que sentada ahora con aquel cojín que cubría prácticamente todo su cuerpo de nuestras miradas, y salvo por las bien torneadas formas de sus piernas y muslos que quedando virtualmente desprotegidos del cobijo que les brindaba aquel accesorio de tela era poco lo que dejaba ver más arriba de la terminación de sus medias oscuras, hubiera podido hacer parecer que en realidad ella no se encontraba en tal estado de semi desnudez, bien sabía yo que tal y como sucedía en mi cabeza en aquellos momentos, resultaría imposible apartar de la suyas el incitante memento que desde puntos de vista tan absurdamente contradictorios que, incluida mi esposa, cada uno de los presentes habíamos guardado dentro de nuestras conciencias por diferentes motivos y razones tan opuestas. Cada uno había registrado en su mente lo que había querido de ella, aquel momento y aquella visión., yo lo sabía, y ellos sabían que yo lo sabía y no se les olvidaría que al menos esa noche habían poseído a mi esposa con la mirada y el pensamiento si después de todo lo sucedido decidía que nos fuéramos ya del departamento de aquel negro.
Sin embargo ahora con la sumisa actitud de Isabelle, que sobrepasada tanto como yo por la autoritaria e impertinente conducta de Samuel hacia ella y mi propia persona, claramente parecía estarle indicando que nos someteríamos a su voluntad., ¿Pero que otra cosa iba yo a hacer ya a esas alturas?., ¿Armar un escándalo o negarme a servirle, propiciando con esto que él pudiera tener que llegar a pararse para ir a servirle y aprovechara la oportunidad de utilizar a mi mujer como blanco de otra andanada de exabruptos cerriles o que al negarme y mi esposa perdida dentro de su nerviosismo pudiera volver a pararse para servirse y ellos volvieran a tener el innecesario privilegio de regodearse una vez más con su escasamente vestida presencia?.
La verdad es que aunque parezca difícil de creer para algunos de los que lean estas páginas, y aunque en estos días tal vez para mí ya no sea de mayor importancia, más que para intentar dilucidar la serie de eventos que concatenados todos fortuitamente transformaron nuestra relación de marido tradicional y honorable, casado con una mujer leal, recatada y dispuesta a ser un ejemplo de honestidad y decoro para nuestros hijos, a la fecha aun no he sido capaz de atinar a saber por qué sucedió todo, Lo cierto es que no entiendo, si es que en el fondo siempre desde que nos comprometimos para formar una familia estuvimos destinados a que nuestra relación tomara el giro que de pronto tomó , o si algo ocurrió en el camino de nuestras vidas, que simplemente aguardaba a la llegada de alguien para que lo precipitara, pero lo que ahora sí sé es que aquel negro y Samuel con todo su don de mando y hombre de mundo supieron aprovechar el momento de debilidad por el que atravesábamos mi esposa y yo luego de varios años de matrimonio, y comandados por este segundo, en cuanto se dio cuenta de la posibilidad que tenía , decidió torcer la suerte a su favor.
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Isabelle, Mi Recatada Esposa.
2ª Parte, Cap. 3, 3ª Escena 3ª Parte ( - ... "Una larga melodía en Aranjuez con mi amor " )
Ahora ya habían sido no uno solo, ni tres, sino cuatro hombres los que aparte de mi y al menos el primer marido de mi mujer la habían visto en tan sólo sus prendas más intimas, después de 15 años de ser madre por primera vez y haber consagrado su fidelidad hacia mí años más tarde, antes de tener a nuestro hijo. Apenas podía creerlo mientras lo pensaba: "Sólo dos hombres habían visto sus encantos de aquella manera durante tanto tiempo., y de repente en menos de dos meses mi esposa había duplicado la cantidad de ojos que habían conseguido ver su cuerpo vestido únicamente por sus prendas más provocativas e intimas"...
Tomas y Erick, anticipando lo que vendría una vez que Samuel continuara se habían apresurado a sentarse de nuevo en sus puestos mientras que yo movido por un indescriptible morbo lleno de complicación y remordimientos me acerqué a entregarle su copa a mi esposa y girando enseguida hacia él apenas me fue posible mirarle a los ojos, aunque cuando lo hice en su mirada fácilmente pude notar algo en su mirada que sin lugar a dudas me dijo que aun no había terminado. Le había gustado lo que había visto y ahora quería ver más de lo que ella tuviera que verle.
Al retirarme de él para ir a sentarme en la mullida silla larga o sillón estilo chaise lounge color vino, que acomodado de tal forma que delimitaba el área del comedor y la sala pude notar como Erick que era el más cercano al mueble donde se hallaba el estéreo de alta fidelidad, precisamente enfrente de donde yo me hallaba apoyando la espalda sobre el medio respaldo del largo sillón., él sin el más mínimo empacho por disimular la ostensible erección que se revelaba dentro de sus calzoncillos, se había parado a cambiar el disco compacto para que volviera a surgir la música de los altavoces .
Durante el tiempo en que a mí me había tomado servirles sus tragos, Isabelle había sido también bombardeada e instigada a que siguiera prestándose al juego., y Tomás queriendo relajar ligeramente las cosas le insistía en que todo había sido una mera cuestión de la misma suerte que de seguro cambiaría en cuanto siguieran con la siguiente ronda, mientras que por otra parte el intemperante Erick, en cuanto terminó de cambiar el disco insistió en que ella había hecho trampa, y al volver a sentarse al lado de Samuel volteo a verlos para decirles que de haber sabido sobre las medias antes del baile, él les habría sugerido que en vez del vestido, y para abreviar tiempo le quitaran los panties en el primer castigo.
-Así., ¿te imaginas mi Sammy?- Gesticuló llevando las manos hacia su cintura para después deslizarlas sobre sus piernas , simulando que se bajaba la prenda sobre los muslos de mi mujer, al tiempo en que después de emitir un leve silbido apenas audible concluyó. -Su bichito greñudo allí encueradito debajo del vestidito mientras la acariciábamos...
A lo que Samuel luego de escuchar el soez comentario, sonrió fugazmente antes de discrepar ilustrándole que de haber sido así se hubieran perdido la oportunidad de una visión tan encantadora y sensual.
Aunque en realidad y pese a que no para los fines prácticos que ellos veían y aun con la absoluta carencia del vestido de mi mujer, en esos momentos podría haberse dicho que Isabelle se encontraba más vestida que la primera vez en que dos de ellos la habían visto, pero sin importar mayormente el anterior punto, recuerdo que ahora en ese instante fui yo de nueva cuenta el que tuvo problemas para que no descubrieran ignominiosa excitación que me corroía al escucharlos hablar así de mi esposa delante de mí y saber a lo que se referían después de haber bailado con ella y hecho que se exhibiera delante de ellos sobre la mesa.
Entre el alcohol y la intensidad del angustioso momento mi cabeza era un remolino de ideas, y fue entonces cuando aguijoneado por las indecentes comparaciones de Erick y los comentarios de Samuel, de impromptu los celos volvieron a hacer presa de mí por unos breves segundos cuando recordé haberla visto vistiéndose por la tarde y pensé que por más que ella estuviera actuando con aquella actitud contrariada, solamente tendría que ser uno un tonto para no darse cuenta de que , por lo menos intuyendo sino es que sabiendo ya de antemano lo que la noche de muestro aniversario le tenía reservado con estos tres hombres, deliberadamente había escogido lo que se pondría para que ellos lo disfrutaran cuando lo vieran.
¡Es mas, durante los pasados días y aquella otra ocasión ella claramente me había dado pistas que yo no supe entender de sus intenciones cuando tan insistentemente me había preguntado que dejaría yo que pasara si jugaba de nuevo con ellos.!... Sólo que no supe verlo hasta ese momento en que fuera por la razón que esto fuera sin decirme sus verdaderos motivos mi mujer se hallaba enredada dentro de un callejón del que aparentemente sólo existía una salida. Aunque yo no supiera ni las consecuencias que encontrarla acarrearía a nuestras vidas o que tan lejos esta se hallara de mi dignidad como hombre.
Como quiera que todo esto fuera, en aquellos momentos en los que yo ensimismado dentro de mis pensamientos, me encontraba sin prestarles demasiada atención hasta que de repente volviendo de nuevo al lugar, me di cuenta que durante mi ausencia se había iniciado otro debate entre mi esposa y los otros, y que terminó cuando Samuel indicó:
- Mira Isabelle., tomando en cuenta que tu liguero, zapatos y medias, solo cuentan como una sola prenda yo te recomiendo que en vez de que apostemos para que te los quites eso, el sostén o calzones que son tres cosas con al menos dos probables castigos más, mejor quitemos el juego sobre las prendas y te pongamos castigos., por qué de ninguna te vamos a permitir que para pagarnos con ropa, te quites tus calzoncitos o el bra sin que te veamos hacerlo para nosotros o detrás de ese cojín que ya debería de estar contando como otra prenda por como lo tienes cubriéndote las maravillas. Pero como tú quieras, de todas maneras esta noche no te nos vas viva preciosa.
...¿ O tú qué opinas Daniel?- Se dirigió ahora hacia mi apocada persona antes de pedirme que tomra las cartas para repartirlas de nuevo mientras mi esposa pensaba en lo que le había dicho. Y yo casi sin creérmelo le obedecí sin saber como era posible que todo aquello estuviera ocurriendo y yo fuera capaz de permitir que jugaran de nuevo en esas condiciones.
En cuanto repartí las cartas, todos los hombres se apresuraron a levantarlas para ver que juegos tenían, y sólo Isabelle dejó las suyas sobre la mesa por unos instantes que utilizó para lanzarme una lóbrega mirada que duró un suspiro antes de que apartándola de mi inquieta persona, la paseara por la habitación hasta detenerla aparentemente sobre los cuatro naipes que permanecían a la vista en la mesa y enseguida llevarla hacía las tres que de manera ilegal sostenían cada uno es sus manos., como si quisiese traspasar el material del que estaban hechas para poder ver sus posibilidades en vez de adivinar lo que le podría deparar el azar en cada una de las que permanecían ocultas a ella.
El moreno cubano, con un rey a la vista sobre la mesa fue el primero en decirme que voltearía su carta con un cinco para que le diera una más con un nueve, tras lo cual se plantó con una cuenta de 14 a la vista. Enseguida Samuel mostrándome un ocho solicitó otra carta más, a la que le sonrió cuando la recibió con gesto confiado al revelar que una de las otras tenía un siete, por lo que al menos sumaba 15 puntos. Y después ser el turno de Erick, quien haciendo una fingida mueca de desaprobación se limitó a volver a poner en la mesa volteado hacia abajo el as que sostenía en la mano desde el principio y dejando atrás la pantomima, exclamar jubiloso: -" ¡Ya me los atoré!... ¡Tus calzoncitos!... ¡Esos calzoncitos transparentes, chiquitos y apretaditos ya casi son míos Chavela!...
-¡No!. ¡Espérate tú!... Todavía no sabes ni que saca ella o que carta tiene... - Con el estomago encogido y el corazón galopando salvajemente dentro de mi pecho luego de escuchar su anticipada exaltación, intenté contener la situación, al menos hatsa que fuera oficial, si es que acaso tenía el juego de naipes que pretendía hacernos creer que tenía.
-¡A ver., ándale mamita!... Enséñale que tienes o dile si quieres otra carta para que no se encabrone el señor... ¿Qué tienes además de ese seisote?... ¿Un nueve o un mono?- Insistió convencido de su buena fortuna.
Pero Isabelle tenía otras ideas, y no habiendo abierto ni siquiera para ver la carta que tenía volteada hacia abajo, nos hizo esperar mientras que buscando taparse con el cojín que tenía sujeto enfrente de ella, lo pegó aún más a su cuerpo al tiempo en que juntando valor para acercarse a la mesa se inclinó hacia adelante para levantar el naipe que le faltaba por ver y tras observarlo por un par de segundos, voltear a mirarme con un aire que no supe entender de reproche, pesar y molestia hacia mí y declarar que así se tenía que quedar.
Era claro ahora ya que salvo que los demás hubieran excedido la cuenta, ella había alcanzado el tope inferior de 16 puntos y seguramente había perdido la mano de nuevo. De ninguna manera había sido aquello intención mía.
Volteando Erick sus cartas, ufano mostró un 21 natural de monos y un as., Samuel aunque también con 21 puntos lo había hecho por tres cartas, y el sonriente anfitrión había sumado 17 unidades. Isabelle simplemente había sumado un rey de 10 puntos y el seis.
Como dije, era claro. Erick había ganado e Isabelle había perdido todas de todas. Con todo, Tomás aunque no lo requería se paró de su asiento al lado de Samuel y quitándose los pantalones los dejo caer hacia el piso al tiempo en que decía: -Tú no te preocupes mi vida., yo pago por ti esta y la que sigue...- Antes de llevar sus oscuros y largos dedos hacia sus pantaloncillos y disponerse a bajárselos.
-¡No Tom!... ¡Por favor no!... Creo que todos preferiríamos que mejor no te los...- Se escuchó la alterada voz de mi esposa intentando decirle al moreno que se detuviera pero ya estaba hecho., la cintura de los calzones a cuadros de nuestro anfitrión, había rebasado las rodillas del hombre.
Aunque los largos lienzos de tela de la camisa bajaban hacia los umbrosos muslos del morenote, colgando al centro entre las aletillas con que se abotonaba la prenda, rodeado en su raíz por algunos cuantos ensortijados vellos oscuros con forma de volutas de lana, surgió por primera vez ante mí el intimidantemente grueso, longo y profundamente venoso arpón masculino que amén de ser tan negro y desarrollado como su dueño, cubierto de irregulares protuberancias oscuras a casi todo lo largo de su ciclópea extensión, y que yo hubiera tenido ante mi presencia hasta aquel día. Pero si yo logré contener el nerviosismo e incomodidad que me producía la cercanía con aquel fosco objeto de mi atención, también pude distinguir que mi esposa Isabelle para no ruborizarse tuvo que dominar su intención de quedarse mirando la prolongación de carne que aparecía entre las piernas del negro.
Después de alzar para desembrazarse de los pantalones y calzoncillos, con aire conspicuo y jactancioso de su presencia, lo que Tomás hizo luego de no haber dejado terminar a mi esposa lo que iba a decir, fue voltear a vernos a todos para ver si alguno tenía algo que quisiera objetar, pero confundidos por su inopinada actitud tanto como su acto de exhibicionismo, un incomodo silencio imperó en la sala durante algunos instantes, hasta que por fin usando la camisa para cubrirse volvió a sentarse en su puesto.
-Cálmate tú., si no estamos en el congal, en el zoológico o en tu Animal Kingdom., . tú menso... - Fue el comentario jocoso con el que Erick inició su protesta, antes de alegar que no era valido.
...El otro día en su casa no dejaste que Daniel pagara por ella., así que no te metas. A mí me toca quitarle lo que yo quiera a mi cuñis. Pero si quieres para que estemos iguales, ¡también ahí van mis calzones!- Y diciendo y haciendo, antes de que mi esposa pudiera decirle cualquier cosa, quitado de la pena se levantó y de un tirón dejó expuesto ante todos su masculinidad., que aunque no era tan gruesa como la del negro, ni mucho menos oscura como la de este, en nada tenía que hacerlo sentirse avergonzado de portar el arma que presentaba. Y tal como lo había hecho con el negro, noté a Isabelle desviando la vista hacia él para intentar verlo discretamente sin que la sorprendiéramos viendo. Aunque con todo el rubor que apareció en sus mejillas mientras lo veía, la delataba notoriamente cuando finalmente haciendo de lado aquellas posturas del par de exhibicionistas, desvió la mirada hacia sus cartas para preguntarle a Erick:
-Ok, mocoso. Ganaste. ¿Qué quieres?., ¿Tomo un castigo o no tiene ni caso?...
-Bueno, a ver déjame ver, ¿a ver que habías escrito?. Si me conviene a lo mejor te la cambio.- Sugirió el moviendo sobre el sillón para buscar el cenicero donde habían escrito los castigos que ella había escogido.
...Ah, mira. No sonaba nada mal este... ¿Se suponía que si tú ganabas uno de nosotros te masajeaba los pies o lo que quisieras?, o ¿Qué tú nos masajeabas?... Yo gané, ¿te quito los calzoncitos por la trampa que hiciste?, ¿ te masajeo los pies o lo que yo quiera?.- Le preguntó.
No, se supone que si tú ganaste yo te masajeo lo que tú quieras... Pero no hice trampa, de todas maneras aunque traiga medias, estaban cubiertas por el vestido... - Algo apenada le dijo, aclarando: -Así es de que no vale que me digan que estaba descubierta... si así fuera también mi estomago estaba descubierto y nadie se queja.
-No, yo escojo los calzoncitos o que bailemos de nuevo. - Demandó.
Mi corazón palpitaba como si se fuera a salir de mi pecho al oír su postura y lo que pretendía. Sé que debí de hacer o decir algo pero entren el alcohol que ya me tenía bastante confundido e idiotizado, había ocasionado que dentro de mi afectada cabeza, tanta vergüenza e ignominia sufrida entre todo aquel cumulo de emociones tan encontradas, de pronto sintiera como si de alguna manera me encontrase teniendo una experiencia extracorpórea en la que aturdido por la situación que estaba viviendo mi esposa, no me causara algo más que un lúbrico y morboso deseo. Simplemente me hallaba perdido como si además de mi mente, una sensación que me hacía sentir como si mi cuerpo flotara y se desvaneciera ante sus posibles miradas cuando movido por el placentero estupor la abandoné a su suerte para que lidiara con ellos y sus castigos.
...Mira, yo gané, y si no quieres ese aquí está este otro que dice que con el que gane tienes que dejar que te besen y acaricien todo lo que quieran mientras bailas una canción pegadita. - Dentro de mi imaginario manto de invisibilidad escuché a Erick decirle después de inclinarse a tomar orto de los papelitos que tenían escritos castigos.
-Oye, pero eso no se vale., es el mismo castigo de hace rato- Objetó Isabelle. Ante lo que el impúdico muchacho volvió a agacharse para tomar otro papel de la alfombra antes de rodear la mesa para ir a plantarse con todo y su masculino paquete delante de ella al tiempo que le decía:
-Mira mamita. Son dos distintos... La letra es diferente ya no te hagas mensa y párate para que bailemos o te quite tus calzoncitos aquí delante de todos... - Terminó de decirle mostrándole el par de castigos para que los leyera mi esposa. Y habiendo acercado su cuerpo al de Isabelle, usó la cercanía hacía ella para tomar por sorpresa a mi desprevenida mujer para arrebatarle el cojín que modestamente había estado cubriendo aquella porción de su anatomía y lanzarlo hacía el sillón donde los otros dos la veían.
-¡No Erick. No!- Regateó ella intentando cubrirse de sus miradas.
-Isa., ya no te quejes, sólo es un baile tesoro- Con inusitado aplomo., máxime si tomamos en cuenta que igual que mi amigo también se encontraba completamente desnudo, nuestro moreno anfitrión se levantó de su asiento a mi lado para pasar por enfrente de Samuel al dirigir toda su descomunal presencia hacia el mueble donde tenía sus discos compactos y disponerse a encontrar el que había decidido que pondría para que mi esposa cumpliera su pena.
-"¿Realmente vas a dejarlos que sigan con esto?"...- Parecía cuestionarme de pronto con la mirada volteando hacia donde con el corazón en un hilo yo la observaba queriendo mimetizarme con el sillón mientras yo, sin atreverme a decirles ya nada intentaba evadir mi propia responsabilidad. Era seguro que las supuestas reglas del juego ya habían sido rebasadas con mucho.
...Éste estará bueno.- Por fin la ronca voz del moreno distrajo la atención de mi expuesta mujer para voltear a verlo cuando por los altoparlantes comenzaron a escucharse los orquestales primeros alientos de la Romanza del Concierto de Aranjuez. Y Erick, no queriendo perder ni un solo instante de la melodía, sin reparos extendió la mano hacia Isabelle para que se levantara a bailar.
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...Vente Chavita., vamos a bailar. - Le dijo de manera inusualmente gentil. - Esta vez si voy a disfrutar este bailecito contigo... -
Comentó bloqueando mi vista cuando Isabelle comprendiendo que sobrepasado por las circunstancias, aunque físicamente me encontraba en la misma habitación donde ella se hallaba, no teniendo caso intentar negociar con ninguno de ellos tampoco haría nada por impedir que Erick cobrara el supuesto castigo y tomándolo de la mano accedió a levantarse para bailar con él delante de todos mientras Samuel que habiendo notado el cariz que de nuevo tomaban las cosas también se paró de su asiento para, ayudado por Tomás, alejar de mí la mesa de centro y haciendo espacio en medio de la habitación moverla hacia el mueble donde tenía el aparato de música. Cuestión que el muchacho aprovecho en cuanto vio lo que sus dos compañeros habían hecho, para a su vez mover a mi esposa con él hasta quedar parados delante de mí por unos instantes. Él totalmente desnudo y ella ataviada únicamente con sus prendas más íntimas e incitantes, y sin querer o atreverse a levantar la mirada o decir ni media palabra al menos por unos instantes, hasta que volviendo a sentir como pegaba él su cuerpo al de ella para comenzar a bailar por fin alzó la vista para decirles:
-Esta bien... Que conste que hicieron trampa. Pero ya que nadie me ayuda acepto pagar por que Erick ganó para que me regresen mi ropa...- Bajando la vista de nuevo hacia el piso en cuanto con aquellas palabras abdicó el último arresto de energía que aun pudiera existir dentro de su vulnerada dignidad y volvió a asumir su actitud de resignada derrota.
Lo que seguramente nunca se imaginó,o por su mente en esos momentos a mi querida e ingenua Isabelle, era el hecho de que aquella versión del Concierto de Aranjuez, duraba algo más que los diez o doce minutos... O si acaso lo recordaba ni tiempo tuvo para protestar o decir nada pues en cuanto Erick pegándose todavía más a su cuerpo empezó a moverse con ella, ayudándose con las manos para que ella no pudiese apartarse de él, cerró todo espacio que quedara posible entre sus labios y comenzó a besarla plenamente en la boca mientras sus otros dos compañeros, incrédulos ante el arrojo del muchacho observaban estupefactos a la improvisada pareja de baile delante de mí.
Y así estuvieron por algunos instantes, nada más mirando como poco a poco, luego de sentir que mi esposa ya no se apartaría de su boca, al tiempo en que continuaba besándola las manos del joven desnudo bajaron para rodear sus caderas y acomodándolas encima de la elástica tela blanca del cinturón portaligas, aprestarse a acariciarle con estas la mórbida carne de su expuesta cintura, hasta que impulsados por una señal él les mandó utilizando únicamente sus ojos para señalarles que podían atacar a la presa, Isabelle, si alguna vez la tuvo, perdió toda oportunidad de poder controlar nada de lo que sucediera con ella entre ellos, que se aunque con sutileza, no desaprovecharon la invitación que el muchacho les hacía para unirse y hundirle las garras a aquel delicioso bocado y festín que él se encontraba ya saboreando sobre el cuerpo de mi mujer.
Temiendo que alguno de ellos, siquiera por equivocación pudiera voltear hacía el lugar en el que procurando guardar el más absoluto silencio me hallaba sentado sentí como mi empequeñecida figura, como si por una especie de magia pudiera ir haciéndose aún más pequeña al buscar hundirse o desaparecer dentro del tapiz del medio respaldo del sillón contra el que apoyaba mi espalda, fui queriendo desaparecer del lugar cuando por la posición en que se hallaban en esos momentos meciendo sus cuerpos delante de mí, me di cuenta de el breve instante en que mi mujer perdiendo el paso quedó como petrificada al sentir no sólo la cercanía de el otro par de sujetos que ahora se acercaban a ella para tocarla y permaneciendo estática parada sobre sus altos tacones, su cuerpo pareció tremolar y agitarse ante el abrupto contacto de las manos de ellos. El tremendo y encuerado negrote había optado por dirigir su atención hacia la oreja de ella, y situándose parcialmente a espaldas de Isabelle , se inclinó hacia su oreja para comenzar a besarla y cuchichearle algo al oído, mientras que Samuel, que era el único que aún permanecía en ropas, se había arrodillado a los pies de mi esposa para recorrer con sus manos toda la superficie de sus incitantes e inicuamente vestidas piernas al tiempo en que besando la que le quedaba más cerca, aplicó los labios sobre el área de una de las pequeñas gomas y broche metálicos que remataban el tirante elástico recubierto de encaje del liguero que ella había escogido para usar esa noche.
Después de aquella reacción inicial de desconcierto por parte de Isabelle, y aunque inicialmente ella se limitó a permanecer con los brazos pegados al cuerpo evitando tocar a cualquiera de los tres que ahora la tocaban por todas partes, al no intentar ella apartar todas aquellas manos, pronto quedó claro para ellos que tampoco interpondría mayor resistencia si accidental o deliberadamente traspasaran alguna de las zonas no expuestas de su anatomía.
Aunque para ser estrictamente objetivos, aun dentro del azorado estado en que me hallaba yo, intoxicado por la bebida, que complicándose a la vez con la más indescriptible excitación que recordara haber experimentado jamás hasta ese momento y aquella inquietante vergüenza que me turbaba al ver como la acariciaban casi sin concesiones, ni clemencia o reparos hacia su persona o la mía, puedo decir que aunque, como ya he dicho anteriormente, las posibilidades de mantener el decoro de mi mujer con aquel juego habían sido ya rebasadas por mucho, en esta ocasión los tres hombres parecían estar sujetando sus acciones a las últimas reglas impuestas de no tocar mas allá de las zonas expuestas de ella y no cubiertas por el sujetador, los transparentes panties y el cinturón de la jarretera. Pero quedando tantas zonas ante sus ojos sujetas de poder ser exploradas, acariciadas y besadas por ellos sin traspasar ninguna frontera, todo lo que podían hacer con ella era mucho.
Su cara, su pelo y orejas; sus hombros y la porción superior de sus pechos que desbordaba el bajísimo escote de su brassiere, tanto como inmediatamente debajo de las copas de este, y sus brazos y manos, todo su vientre , cintura y espalda hasta llegar a aquel cinturón del cual colgaban las ligas y poco mas debajo de las transparentes pantaletas blancas , sus piernas y mórbidos muslos podían ser saboreados, masajeados y venerados por ellos.
Con todo, creo yo que respetando el derecho del joven hombre que los había invitado a que compartieran su premio, mientras continuaban deleitándose con todos los muchos encantos que mi mujer tenía para ofrecer y ser admirados por ellos, Erick fue el que iba marcando la pauta de la zona que quería explorar de ella luego de otra, y comenzaron a intercambiar de lugares intentando no obstruirse entre ellos., y antes de que llegaran a la mitad de la melodía ya todos habían podido besarla en la boca y acariciar a placer o poner los labios sobre la parte del cuerpo que más se les antojara de ella. Y aunque tengo muy claro que quizás meramente por cierto pudor hacia mí por encontrarme presente en aquel sitio, Isabelle había estado intentando no responder o demostrar mayores reacciones ante sus inapropiadas caricias, con tantas miradas que clavadas en ella acompañaban cada una de aquellas seis manos y tres bocas que la besuqueaban, al mismo tiempo que manoseaban y toqueteaban por doquier de su anatomía la tarea parecía haber empezado a complicarse ya para ella ante tantos estímulos de los que su pequeña figura estaba siendo blanco directo., y cada que ella para suspirar, gemir o abría los labios para intentar decirles algo, de inmediato era acallada por la boca de alguno de ellos que sin importar lo que ella pudiera llegar a tener que decirles se acercaba a la suya para besarla.
Y así estuvieron hasta que en un momento dado, cuando habiendo girado sus cuerpos en aquel frenesí de besos, sonidos húmedos proviniendo de todas sus bocas y alguno que otro gemido, Erick habiendo quedado justo detrás de la espalda de ella y de perfil hacia mí, no hizo el menor esfuerzo por disimular ante mis ojos que encontrándose totalmente excitado y desnudo, había comenzado a empujar su encendida barra de carne contra las pantaletas que, al menos en intención, cubrían los glúteos de mi mujer, para después, apartándose un poco de ella y flexionar sus propias rodillas, procurando no meter las manos ni usarlas para guiar a su miembro hacia tal punto, consiguió acomodarlo entre las piernas de mi señora antes de comenzar a levantarse de nuevo haciéndolo resbalar en su camino hacia arriba por toda la lozana tersura parte interior de los muslos, hasta que impedido de subir más por aquel angosto sendero fue buscando a anidarse entre la femenina tibieza que le prodigaba a su dueño aquella parte de la anatomía de Isabelle , y habiendo llegado al tope que físicamente en aquella postura le permitía a este la entrepierna de mi mujer quedar encajado allí en medio.
Aun cuando no podía yo verlo directamente, la sola idea de lo que estaba sucediendo allí mismo delante de mis propias narices era abrumador y casi asfixiante para mí, nada mas de saber que separándolos únicamente del contacto más pleno y directo posible que pudieran ellos llegar a tener en tales circunstancias, ahora el más inicuo pedazo de tela que, sin refuerzo en la entrepierna de las pantaletas de mi mujer era lo único que se interponía entre sus cuerpos, casi me hacía desmayar y las mejillas arder de pensar en el prácticamente inexistente o nulo resguardo que aquella prenda podía ofrecer en ese momento a la mamá de mi hijo. Pero cuando ella, extraviada quizás entre todo aquel mar de emociones y sensaciones no protestó ante el nuevo acercamiento de él con aquella parte de su anatomía, sintiendo que palpitaba todo mi ser me quedé embelesado y no pude decir nada. Como tampoco lo hice cuando aparentemente sin que ella se diera cuenta de ello, él comenzó a moverse hacia atrás y adelante entre sus piernas.
Habrían pasado ya unos 10 minutos y no más de la melodía del ciego de Valencia, Rodrigo Vidre, cuando sin que mi esposa ocupada entre los besos y caricias que los otros dos probaban sobre su cuerpo hiciera nada por detener el invasor contacto que entre sus muslos disfrutaba el tercero de ellos, y mientras Tomás la besaba ahora en la boca, Samuel que habiéndose dado cuenta de lo que ocurría allá abajo, sin molestarse ya tampoco en aparentar el tremendo bulto que la escena le había provocado dentro de sus pantalones, se había replegado para observar lo que sucedía entre sus dos amigos desnudos y mi esposa.
...¡No Erick!., ¿Qué haces?... No... - Por fin mi mujer volviendo a la tierra parecía tomar conciencia de lo que el muchacho hacía clavado allí en medio e intentó hacer algo pero ya era muy tarde y para el momento en que habiendo quedado de frente hacia mí ligeramente de lado el cuerpo de mi mujer, había sido Tomás el que percatándose antes que yo de lo que sucedería había dicho:
-Shh, shh... Tranquila chiquita. No pasa nada... - Y haciéndose cargo de la situación en vez de permitirle alejarse cuando a ella aun le resultaba posible impedir que el desvergonzado de Erick corrompiéndole aún más de lo que seguramente podría haberle ya deshonrado u ocasionado toda otra clase de posibles estragos con la sola proximidad de su henchido aguijón embutido entre los muslos de ella ya para ese momento, le ayudó sujetándola firmemente para inmovilizarla en aquel sitio antes de que buscando culminar el grotesco acto regándose encima de ella el muy salvaje gruñera:
...¡¿Qué... ehhg ?! Ni te heh heh e-es-toy be- eh... -sa...hah -ando ni acah a-aricia... ahgg... ahhh... ah...- Pegando su cuerpo aun más hacia los glúteos de Isabelle ,hasta hacer emerger por delante de las piernas de ella la enardecida cabeza de su palo de carne que como un cucú que apareciéndose de su escondrijo dentro de la cajita de un reloj para anunciar las horas cumplidas, aprisionado entre los suaves y tiernos muslos con tacto de seda de mi mujer se mostró ante mí escupiendo un grueso borbotón de semen que fue a parar hacia el piso al tiempo en que vociferando comenzó a eyacularle sobre los muslos y piernas.
¡Aaargh...aghhh!... prie-ehh ta...- Delirante y jadeando como animal herido de muerte alcanzó a terminar de decir cuando después de abrazar a Isabelle lo mas fuerte que pudo, luego de aquella embestida se replegó tensando su cuerpo para después con un par de espasmos que tuvo más fuertes contra los anchas mejillas traseras de ella volver a surgir con la punta del pene ahora reluciente y mojado , culminando una nueva erupción que habiendo iniciado cuando en su camino hacia el frente él aún se hallaba en medio de la limitada estrechura de aquel nido que había violentado en medio de estas, comenzó a derramársele entre sus piernas y muslos.
-¡Urgh!... Urggghhhmmms...si... ¡Rico!.... ¡Caagh- ientito y mojado mi ah-a-tole ehhg!...- El muchacho continuaba convulsionándose estallando entre los envilecidos muslos de mi mujer, que habiendo girado su cuerpo durante el ajetreo, involuntariamente me dejó observar como aquel joven hombre al que por tanto tiempo había considerado mi amigo cubría completamente las tersas paredes de piel de sus muslos con aquella viscosa sustancia portadora de vida y con una nueva descarga que habiendo salido también disparada de aquel pene que se hallaba sumido allí en medio de sus piernas, había alcanzado a empaparle con su leche de macho la prenda que supuestamente debía servir para resguardar su desprotegida feminidad.
-Puuuugh... ¡Ahí te van esos y estos Chavela!...- Imitando el sonido de un cañón estallando metralla Erick disparó una vez más, y aunque desde mi posición no me resultaba muy fácil observar lo que hacía más allá de un par de milésimas de segundo cada que al arrimársele por detrás, dentro del paroxismo del clímax que estaba experimentando la punta del trastornado aguijón aparecía entre las piernas de ella aparecía arrojando una nueva descarga de semen que a una ocasión fue a dar hacia el piso y otra sólo fue a embarrársele sobre sus muslos que impensadamente ella le había ofrecido para atrincherarse, finalmente habiendo soltado a Isabelle para abandonar su cobijo y empuñando el arma viril con la que la naturaleza le había provisto, aprovechar la oportunidad de tomar ventaja de su posición al haber dejado vació aquel preciado punto de la anatomía de mi esposa para dirigir un último disparo de artillería que fue a dar directamente hacia el objetivo que se hallaba situado en el fútil e irrisoriamente pequeño pedacito de tela menguado con la que sin conseguir de forma ninguna la inútil prenda defenderla del ataque invasor de todos aquellos espermatozoides, simplemente inadecuada para cumplir como una verdadera protección para su feminidad, parecía más un adorno ultrajado que una vulnerada e inútil barrera inservible para impedir que aquella riesgosa ponzoña entrara en contacto de manera inmediata con su área más privada e íntima.
Tomás previniendo o tal vez habiendo alcanzado a sentir alguna descarga que desde la punta del encrespado falo de Erick pudiera llegar hasta él al estar sujetando a Isabelle para que se mantuviera en su sitio, sin soltarle los brazos firmemente a los costados del cuerpo rápidamente había conseguido separarse un poco hacia el costado de ella, mientras que yo salido de mi cabeza observaba la pervertida escena que ocurría delante de mí con todo el espeso chorro de leche y esperma que pareciendo primero no querer terminar de seguir siendo expulsado de los juveniles testículos del muchacho junto con el impetuoso torrente de semen que producto de la fricción que su miembro había provocado al deslizarse hacia delante y atrás contra el cuerpo de mi mujer una y más veces dentro del acogedor y por demás deleitante cobijo del reducido canal que su vigoroso tronco viril había conseguido encontrar para sumergirse y violentar la natural tibieza del nido que obsequiosa e improvisadamente ella le había ofrecido para cobijarlo tan sólo por unos cuantos instantes sin esperar que él terminase ensuciándola con todas aquellas deshonrosas descargas que había producido por ella y ahora escurrían por entre los corrompidos muslos de la mamá de mis hijos e ingenua señora.
...Tranquila chiquita. Sólo es un poco de leche de tu cuñado... Con un poco detergente se quita., y tú puedes lavártelos luego...- Dijo refiriéndose a su alfombra y la ultrajada prenda que cubría la feminidad de Isabelle cuando sintió que ella intentaba moverse, aunque nunca refiriéndose hacia mi mancillada identidad como hombre que a partir de esa noche ante ellos pasaría a ser simplemente el esposo que había permitido que uno de ellos usara a su esposa para masturbarse y después venírsele sobre las pantaletas.
-¡¿Ya ves Chavis?!... T-e ehhh dije que me dejaras quitártelos para que no se ensuciaran... Tú ti-e-ehhh-nes la culpa Chavela- Entre los últimos jadeos y estertores, e inconsciente de su gracia y con todo cinismo pareció regodearse de su obra el mentecato ese, al tiempo en que habiendo amainado el torrente de su pegajosa venida, Tomás volvió a controlarla apretujando su cuerpo al de ella para sujetarla mientras ofuscada ella maldecía a Erick por la marranada que había hecho.
... ¡Baboso., ya te he dicho que no me llames Chavela!, ¡no seas tarado mocoso baboso!... - Le reprendió con coraje. Visiblemente alterada y al borde del llanto. Sin nadie que la defendiera.
-Ya. Tranquila preciosa, no pasa nada... Ya pasó todo. Ven con tu papi.- Como si yo ni siquiera existiera, insistió Tomás abrazándola con cariño para confortarla. Organza cristal
Pero Erick aún no había terminado: -...No ., si baboso te quedó a ti todo allí abajo... Y estaba calientito y bien rico allí en medio. - Ni aun recuperándose del estremecedor orgasmo que acaba de experimentar, el muchacho pudo evitar no contestarle con sorna a Isabelle al tiempo que, intentando humillar más a mi esposa y sus pantaletas alzó hacia arriba el baboso miembro que mostrando ya señales de agotamiento comenzaba a debilitarse después de la apresurada faena y antes de apartarse completamente de estas, lo arrimó hacia el delicado tejido de chiffon blanco que, por decirlo de alguna manera somera y sutil, como todos habíamos visto ya para ese momento tan sólo circunstancialmente cubría el trasero de ella y aprovechándola como un simple pedazo de paño en vez de una finísima prenda , levantándose sobre la punta de sus pies para poder alcanzarla mas plenamente restregó contra esta su obsceno gusano para limpiarse con ella y embarrarla con los húmedos restos de semen que lo cubrían por doquier.
...No, por favor Tomás, ya déjame.- Le pidió ella acurrucando la cabeza contra el oscuro pecho del hombretón al tiempo en que Erick habiéndose recuperado al menos parcialmente del embrutecimiento en que el tremendo orgasmo lo había dejado sumido por unos instantes, sin poder impedir que un hilillo de semen que conectaba a su desguanzado pene con las pantaletas de ella pronto comenzar a formar una curva cada vez más larga y tirante que termino por romperse cerca de su decaído miembro para desaparecer de mi vista latigueando entre las delicadas medias de mi mujer cuando por fin dando otro paso hacia atrás él se apartó ya demasiado de ella.
Aquel mentecato muchacho no sólo acababa de profanar la santidad del bastión más íntimo de mi esposa delante de mis propias narices, si no que no contento con ello, y sin recaudo alguno para su protección o preguntarle si podía hacerlo o no, había vaciado todo aquel torrente de semen en las proximidades de su receptiva vagina, que separada ante la posible invasión de aquellas huestes de espermatozoides portadores de vida únicamente por el cuasi inexistente pedazo de diáfano material que como un cedazo pudiera servir para atraparlos entre su tejido e impedir que consiguieran lograr acercarse hacia su preciado objetivo de ataque y cumplir su primaria función natural.
Sin embargo, ni aún así, trastornado por la más desenfrenada perversidad que hubiera creído jamás poder llegar a apoderarse de mi persona, me fue posible decir o hacer otra cosa, como no fuera observar la lúbrica escena que se desarrollaba ante mí con mi esposa ahora en aquel vergonzoso estado de ultraje que les había permitido mientras yo la veía y el negro aquel que ahora abrazándola la apaciguaba con la intención de que ella no apartara de él y le permitiera a Samuel acercarse enseguida.
Y no fue hasta ese momento, en que habiéndose retirado Erick del cuerpo de ella para buscar una servilleta con la que poder terminar de limpiarse los restos de semen que pese al desmedido acto de ultraje que había cometido en contra de las afrentadas pantaletas de mi Isabelle aun cubrían buena parte de su órgano reproductor, y antes de que pudiera terminarse la pieza Tomás inclinándose sobre ella al seguirla sobre la alfombra en los erráticos pasos que daba hacia atrás, rumbo a lo que pudiera decirse que eran los pies del sillón sobre el cual me hallaba sentado la contuvo para besarla con calma y ella, aun sobre sus zapatos con tacones de más de diez centímetros de alto, arqueando la espalda hacia él tuvo que alzar el cuello para ofrecerle los suyos, teniendo con todo todavía él que encogerse encima de ella para alcanzar a fundir sus gruesos belfos de negro con los suaves labios de ella y poder comerle la boca delante de todos. , y luego de algunos instantes se apartó de mi mujer para enderezarse y descansar de la forzada postura antes de volver a arrimarse hacia ella para acurrucarla , y teniéndolos ahora solos, de perfil y tan cerca de mí pude percatarme de la notoria diferencia de sus estaturas, que lejos de exageraciones, haciendo que la no muy pequeña figura de Isabelle luciera como la de una chiquilla parada ahí enfrente del monumental cuerpo moreno del que ahora, gracias a mis amigos, además de su jefe parecía estar convirtiéndose en su dueño.
-Tommy, por favor... me siento manchada... - Isabelle le pedía sin que a él le afectara mientras yo los veía allí justo a mi lado. pero cuando ya en esa postura él se acercó de nuevo hacia ella, intenté hacer unas cuentas muy rápidas al deducir que si mi esposa midiendo poco menos del metro sesenta sin aquellos zapatos, sin sobrepasarlos ni con su copete, escasamente llegaba a los hombros de él, al menos debía andar midiendo algo cercano a los dos metros y fracción de centímetros. ¡El tipo ese de verdad era enorme!... Y de ello hacia las veces de testigo fehaciente aquel pulsante falo de ébano que apuntando hacia el pecho de ella daba la impresión de que con toda facilidad hubiera podido al menos alcanzar a rozar con este la base de las copas sujetador de mi esposa así como estaban e incluso acomodarlo en medio de estas si ella no hubiera estado montada sobre sus estilizados tacones, y él así lo hubiese querido.
- No mami, no te apures... Esos se lavan o tu marido compra unos nuevos. ¿No es cierto Daniel?...- En eso estaba yo, sobrecogido ante la tremenda visión de sus dispares anatomías cuando dirigiéndose hacia mí me descubrió sentado allí en su sillón y me trajo de vuelta pretendiendo que le contestara. Pero habiendo propasado ella ya tanto el límite de la decencia como yo el de la dignidad, no supe que contestar y como un bobo me quedé allí boquiabierto, asintiendo con la cabeza hasta que al ver el modo en que principalmente miraba hacia ella él volvió a dirigir su atención a Isabelle para atraerla hacia si y envolviéndola entre sus brazos sin percatarse de lo que yo ahora veía, e hizo desaparecer aquella gruesa barra de chocolate entre sus cuerpos al atraer contra el suyo los imponentes pechos de mi mujer., mismos que al comenzar a aplanarse ante la firmeza del oscuro torso del tipo, involuntariamente primero parecieron cubrir la punta del palpitante aguijón, para enseguida desaparecer de mi vista cuando semejando un par de substanciosas gelatinas que contenidas dentro de dos tazas de tela e imposibilitadas de ir a cualquier otra parte, debido al aplastamiento del que estaban siendo sujetas repentinamente estuviesen hinchándose hacia los lados y amenazando con desbordarse sobre el escote de su sostén de no haber sido por la misma presión que al cerrar todo el espacio que hubiere vacío entre sus cuerpos el propio pecho del hombre se los impidiera justo antes de que Samuel, habiendo aprovechado para despojarse de sus pantalones el tiempo durante el cual, distraído yo con aquel inquietante espectáculo o las inauditas vilezas que Erick acababa de cometer en agravio de mi señora, había rodeado el mueble desde donde yo los veía para acercarse hacia ella por detrás e ir ocupando el sitio que este había dejado vacante allá atrás.
Al llegar hasta ellos Samuel de inmediato buscó hacerse cargo de sujetar firmemente los brazos de Isabelle para que trasgrediendo la regla de no intentar acariciar cualquier parte de su cuerpo que no estuviera a la vista o completamente desnuda e intentar despojarla de más prendas., después de pasarle a él el control de las extremidades de ella, Tomás ya viéndose libre de éstas fuera subiendo ambas manos hacia el cuello de mi mujer, donde luego de juguetear brevemente con las perlas del elegante collar que le había obsequiado yo durante nuestro aniversario pasado, el le dijera... -"Tócala de nuevo Sam".... Por favor sírvete-
Con aquella alocución que el moreno usó para dirigirse hacia el hombre al que también hasta el día de hoy había considerado quizás hasta bastante más que un simple conocido y amigo, al verlo apartar hacia un lado la ondulada cabellera de suaves tonos castaños de la que, con excepción de los excesivos y prácticamente imposibles de describir con la suficiente mesura pasados minutos, o incluso aquella otra ocasión en la casa., amén de haber sido una excelente bien portada madre y esposa, a la que., ¿y por qué no admitirlo también?, con el egoísmo que ocasionan el amor y los celos, siempre había considerado como mi más preciada fuente de placer y erotismo.
Ilusa y estúpidamente quizás yo que aun sin conocer tantas cosas de su pasado que me había sido negado saber había tenido la culpa de que todo esto ocurriera al haber pensando en ella más como una pareja con la que ya todo era seguro y descuidarla como mujer sensible en busca también de cariño y placer, al tratarla después de varios años de matrimonio como una posesión reservada para que, gozando del supuesto compromiso de fidelidad que tanto el matrimonio como aquel presuntuoso anillo dorado que coronando el dedo anular de mi princesa, que incluso esa noche portaba mientras la besaban y jugaban con ella entre ellos esos dos hombres, la señalaba como mujer casada y prohibida, y que ahora al estar permitiéndoles ser violentada de aquella manera no sólo por estos de casi igual forma que el otro muchacho que había tenido ya entre sus piernas sin que hiciera yo nada por impedírselo mientras lo hacía, y ahora aquel impetuoso sujeto que tan inesperadamente había entrado a nuestras vidas apenas unas cuantas semanas atrás., hasta llegar a ese momento en el que apropiándose tanto de de la situación como de la voluntad de aquella mujer a la que yo llamaba mi esposa, y de la que él se adueñaba además de todo para ofrecerle su cuerpo y pequeña persona al otro delante de mí mientras yo lo aceptaba.
Fue así, tal cual, que irremisiblemente herido en mi pundonor bajo la innegable realidad de estar permitiéndome ser despojado de la posesión más sagrada que un hombre puede llegar a tener para consolidar su vanidad o al menos digno de cierto respeto ante si mismo y los demás, mientras observaba como en tanto que Samuel cerrando una metafórica pinza junto con el descomunal moreno ese para hacer entre ellos un nuevo emparedado en el que el cuerpo de mi mujer estaba sirviendo como carne y relleno.
Y en cuanto observé cómo una vez con ella allí en medio, mientras el cubano ese con la intención de halarlos usando sus gruesos dedos cafés para hacer suyos los blancos tirantes del portabustos, que habiendo hecho el milagro de continuar soportando todo el peso de sus pechos para que no escaparan por encima del bajísimo escote durante la anterior andanada de besos, chupetones e incluso aún más encendidas caricias y apretujones que le habían propinado a aquella vasta región de su anatomía, increíblemente habían conseguido no dejarse arrastrar hacia abajo con todas aquellas manos que intentado hacer sucumbir a sus copas que estoicamente se habían resistido a caer por si solas, y no había sido de otra forma sino hasta ahora que decidiéndose a revelar el preciado encanto de los pechos de aquella mujer que en esos instantes más que mi esposa era poco menos que la presa de una jauría humana., él deliberadamente se había propuesto a retirárselos de sus hombros para comenzar a hacerlos bajar deslizándoselos por los brazos al mismo tiempo en que Samuel , habiendo apartado el peinado de ella luego de susurrarle algo al oído, aplicando enseguida los labios para mordisquearle suavemente en la oreja antes de avanzar hacia su cuello para besarlo mientras el otro adelantando fronteras infringía nuevamente las reglas. CONTINUARA
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